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Columnistas | PUBLICADO EL 24 diciembre 2019

El contrato de trabajo sin sindicalizaciones

Hernán González Rodríguez

El pasado 19 de noviembre comenzó a circular por las redes sociales un artículo firmado por Walter Block, titulado: El Contrato Yellow Dog: ¡Volvámoslo a Instaurar! el cual resumo a continuación:

El contrato Yellow Dog -contrato del perro amarillo- es un tipo de contrato que estipula que una de las condiciones para poder firmarlo radica en que el trabajador renuncie a afiliarse a un sindicato. El contrato no es diferente, en principio, a que usted vaya a una fiesta en casa de una persona y el dueño de esta exija que debe usted ingresar con un sombrero estrafalario. En efecto, le dice: ´si quieres asociarte conmigo, haz de proceder en esta forma´. Usted es perfectamente libre de negarse, pero entonces, la otra parte no se asociará con usted. Es decir, no le permitirá entrar en su casa o no le dará empleo.

Ahora bien, imagínese que usted necesita un trabajo y que el empresario no lo contrata a menos que usted renuncie a sus derechos de asociación. Usted consideraría esta situación como injusta a pesar de no ser muy diferente a que usted se niegue a ir a la fiesta con un sombrero estrafalario, donde el anfitrión insiste en que se lo ponga, después de todo, es su casa.

Todos nosotros expresamos nuestro libre derecho a la asociación por medio de amenazas implícitas como las siguientes: Una esposa dice a su marido: Si te dedicas a jugar con nuestro dinero, te dejo. El marido le dice a la esposa: si te dedicas a salir con otros hombres, me divorcio de ti. El cliente le dice al vendedor: si me das un producto de mala calidad, nunca más me verás aquí. El propietario de un restaurante les dice a los comensales: si son incapaces de portarse bien, ya se pueden ir de aquí.

La libre asociación es un elemento muy importante de la libertad. Si no tenemos el derecho a asociarnos con aquellos que nosotros elegimos de forma mutua, pues nos convertimos de hecho y hasta cierto punto en esclavos. Lo inhumano de la esclavitud era que el esclavo no podía abandonar a su amo. El esclavo estaba forzado a ´asociarse´ con el dueño contra su voluntad.

El mismo principio se mantiene en el contrato Yellow Dog. Cuando se prohíbe la afiliación, resulta el empresario obligado a asociarse con un sindicalista en potencia. Al forzar al empresario a que se asocie contra su voluntad estamos coaccionando a un hombre honesto. En esta situación se está violando el derecho a la libre asociación voluntaria.

El argumento para negarle la libertad al empresario es que, sin sindicatos, caerían los salarios en picada a niveles ínfimos. Pero esto es totalmente falso. Los salarios se determinan con en base a la productividad del trabajo, productividad que proviene de la ardua y exitosa labor que seamos capaces de realizar, así como del equipamiento de que disponemos y de la cooperación que nos acompañe. El número de los trabajadores sindicalizados llegó a su cumbre hace unas décadas y luego comenzaron a declinar. Paradójicamente, durante esta marcada caída de la fuerza sindical, se dispararon los salarios en Estados Unidos.

¿Son de por sí legítimos los sindicatos? Sí son legítimos, si se ciñesen solo a exigirle al empresario cumplir las leyes laborales y sus acuerdos sindicales. Pero, de hecho, casi ninguno se comporta de esa forma. Lo que hacen es amenazar las propiedades, a los propietarios y a los no sindicalizados para elevar los salarios y las condiciones laborales más allá de las posibilidades económicas de las empresas.

El contrato Yellow Dog, concluye el señor Walter Block, además de salvaguardar los derechos a la libre asociación de los empresarios y trabajadores, sirve también como remedio contra los desórdenes económicos violentos de los sindicatos contra las gentes y contra sus propiedades. Así pues: ¡larga vida al contrato Yellow Dog, volvámoslo a instaurar!

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