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Columnistas | PUBLICADO EL 02 julio 2021

El arte de ser oportuno

Por Hernando Uribe c., OCDhernandouribe@une.net.co

Es oportuna la persona que por cultivarse sabe aprovechar el momento apropiado, que conviene, sabiendo que la oportunidad aparece y desaparece de improviso. El oportunista se deja llevar por el egoísmo y la codicia, mas la sabiduría del amor inspira el arte de ser oportuno.

El evangelista Mateo habla de dos ciegos, superiores a su limitación, pues, pasara lo que pasara, vivían en trance de vencer su ceguera. De repente, sentados junto al camino, se enteran de que Jesús pasa, y de inmediato se ponen a gritar: “Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David”. Y cuanto más los increpan para que se callen, “gritan más fuerte”. Buenos vigilantes, saben el arte de ser oportunos.

Un ciego, víctima de su desventura, puede entregarse a la quejumbre y el desánimo, renunciando a toda posibilidad de sanación. Con todo, la fe de estos dos ciegos movía montañas, hasta el punto de que Jesús les prestó atención, y, movido por la compasión, tocó sus ojos, “y al instante comenzaron a ver” (Mt 20,34). Asombra sobremanera este mejoramiento radical instantáneo, obra portentosa de Jesús, a quien “hasta el viento y el mar le obedecen” (Mc. 4,41).

Comentando este pasaje evangélico, San Agustín escribió: “Temo a Jesús transeúnte”. Palabra hermosa, transeúnte es el que transita o pasa por un lugar. Temo que Jesús pase de largo por el camino de mi corazón. Me duele más la oportunidad perdida que la ceguera, y más, sabiendo que Jesús cura sobre todo la ceguera del alma. Enseñanza por excelencia la de aprender a ver todo con los ojos del corazón, cuya misión es amar.

Un día Jesús enseña en la sinagoga y la gente que lo escucha queda maravillada de su sabiduría y de los milagros de sus manos. Con todo, carecen de la fe y la esperanza de los ciegos de Jericó, que saben otear el infinito que tienen frente a sí. Por lo cual, Jesús no pudo “hacer allí ningún milagro”, maravillado “de su falta de fe” (Mc 6, 5-6).

Temo a Jesús transeúnte. Es un temor filial, un temor reverencial, un temor que me vuelve solícito en grado sumo para no serle infiel a mi Salvador. Temo que por no ser vigilante, Jesús pase por mi camino y yo no me dé cuenta y así pierda la oportunidad de enriquecerme con la sabiduría de sus palabras y los milagros de sus manos.

Veo la pandemia siglo XXI como el paso de Jesús por mi vida, y así me dedico a cultivar con esmero mi confianza en él como mi Salvador

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