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Querido Gabriel,
Imagina esta noticia: “¡Gran descubrimiento! Los científicos encontraron un revolucionario tratamiento que extiende la vida, mejora la memoria y nos hace más creativos; nos hace ver más atractivos, nos mantiene delgados y sin ansiedad por comer. Nos protege del cáncer y la demencia senil, detiene resfriados y gripas, baja el riesgo de ataques al corazón e infartos cerebrales y disminuye el riesgo de diabetes. Incluso nos hace sentir más felices, menos deprimidos y ansiosos”.
La gente pensaría que es un fraude. Pero es una afirmación de Matthew Walker en Why We Sleep (Por qué dormimos). Este investigador lleva treinta años develando los misterios del sueño, su origen evolutivo, sus beneficios y sus trastornos, además de las nefastas consecuencias de no dormir lo suficiente. ¿Conversamos sobre esto? Invitemos a unos estudiantes trasnochados, a algunos artistas insomnes, a empresarios que siguen a Ben Franklin “ya tendrás tiempo de dormir en la tumba” y a los políticos que repiten el mantra de “trabajar, trabajar y trabajar”.
Estamos sufriendo una epidemia global de déficit de sueño. Acorralados por la luz y el ruido de las ciudades y por los móviles omnipresentes, nos perdemos nuestros sueños. Muchos trabajadores, estudiantes y otros urbanitas duermen menos de seis horas, mientras necesitamos en promedio ocho para vivir bien. Ya casi no hacemos la siesta aunque es parte de nuestra naturaleza. Todo está diseñado para los que se levantan con la salida del sol, a pesar de que hay tres tipologías: los madrugadores, los noctámbulos y los intermedios. ¿Cómo será de dura la vida de los que, genéticamente, necesitan dormirse tarde y despertar a media mañana, pero son obligados por sus jefes a llegar a las 7 del amanecer?
Sueño y sueños son la base de la salud física, del aprendizaje, de las inteligencias emocional y social, de la creatividad y la salud mental. ¿No has sentido que eres impaciente cuando trasnochas? ¿Olvidas algunas cosas luego de algunas noches de mal sueño? Mendeléyev soñó la famosa Tabla Periódica, Paul MacCartney encontró en Morfeo las tonadas de Yesterday y Let it be. Keith Richards grabó dormido las primeras líneas de Satisfaction. Un escritor surrealista ponía en las noches, en su puerta, un letrero de “no molestar, poeta trabajando”. Todos hemos descubierto en los sueños la solución a un problema o la sanación para un dolor del alma. Por algo existe, en todos los idiomas, algo equivalente a “consúltelo con la almohada”.
¿Revisamos los horarios de los colegios, flexibilizamos los de las empresas y prohibimos realizar ciertos trabajos si la gente no ha dormido bien? Es más peligroso conducir un vehículo cuando no se ha dormido que estando ebrios. ¿Debería operar un médico que lleva 20 o 30 horas sin dormir? En los colegios nos podrían enseñar a poner una alarma para ir a la cama, a alejarnos del licor en la noche, a limitar la cafeína, a nunca tomar pastillas para dormir, a cuidar la higiene del sueño. Me gusta, para provocar la tertulia, este fragmento de Macbeth: “¡El sueño, ese inocente sueño que desenreda la enmarañada madeja del desasosiego, que es muerte de cada día de la vida, baño para las duras fatigas, bálsamo de los espíritus doloridos, segundo elemento de la sabia naturaleza, alimento primordial del festín de la existencia!”.
*Director de Comfama