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Puede que el país no se apague en lo que le queda a este gobierno. Pero la irresponsabilidad de salir a decir que no va a ver apagón es enorme. Incluso si la demanda del país crece a un ritmo moderado, ya no alcanzamos.
Por David Yanovich - opinion@elcolombiano.com.co
El Ministro de Energía insiste en que en Colombia no hay crisis energética porque los embalses están llenos, y que no hay riesgo de apagón. Es un mensaje conveniente, casi reconfortante. Pero, como suele pasar cuando el gobierno prefiere hablar, dicharachar, en lugar de analizar, su afirmación omite todo lo que realmente importa. La crisis no está en el agua embalsada hoy. La crisis está en la incapacidad de asegurar el suministro mañana.
Este gobierno deja al sector energético al borde del abismo más profundo de los últimos 30 años. Y no se trata de una alarma retórica. Se trata de cifras, decisiones y realidades que no desaparecen porque se escondan detrás de una foto aérea del Guavio.
El sector acumula más de 3 billones de pesos en subsidios sin partida presupuestal. Es el tipo de irresponsabilidad fiscal que no solo distorsiona el mercado, sino que amenaza la sostenibilidad financiera de las empresas que mantienen el sistema funcionando. Un gobierno que no paga es un gobierno que condena al sistema a una crisis sistémica, a la desconfianza y a la parálisis.
Y la crisis financiera viene acompañada de una mucho más estructural. Colombia lleva años sin expansión suficiente en la infraestructura eléctrica. No hay nuevas líneas de transmisión en construcción que permitan integrar la generación futura; tampoco despegan los proyectos que deberían reemplazar la energía firme que el país va a dejar de tener. El problema no es el agua hoy: es la energía firme faltante mañana.
XM, el operador del mercado, calcula que el déficit de energía firme entre hoy y el 2030, si no se hace nada, es del 11.3% en un escenario de demanda alta. Es decir, Colombia está enfrentada a no poder atender más del 10% de su energía en los próximos cuatro años. Y todo gracias a las decisiones del gobierno Petro.
Puede que el país no se apague en lo que le queda a este gobierno. Pero la irresponsabilidad de salir a decir que no va a ver apagón es enorme. Incluso si la demanda del país crece a un ritmo moderado, ya no alcanzamos. Y si crece más rápido, la brecha es tan grande que ni las lluvias más generosas podrían salvarnos.
La verdad incómoda es que si Colombia no hubiera tenido una temporada especialmente lluviosa en 2024–2025, hoy estaríamos viviendo racionamientos. No porque falte agua en los embalses, sino porque falta energía firme, proyectos nuevos, líneas, expansión y claridad regulatoria. El agua solo ocultó la crisis. No la resolvió.
Por eso no es cierto que “no hay crisis”. Sí la hay, pero no en la superficie que el ministro quiere mostrar. La crisis está en la planeación perdida, en los proyectos frenados, en la incertidumbre regulatoria, en las señales equivocadas al inversionista, en los subsidios impagados y en un gobierno que confió demasiado en que el clima sería siempre su salvavidas.
La crisis no es hídrica. La crisis es política, técnica y administrativa. Y esa no se llena con lluvias.