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Aunque tras su llegada Donald Trump insistió en que detendría el conflicto en semanas, las posiciones de ambos bandos han impedido los avances.
Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com
El 21 de noviembre del 2013 –hace ya doce años– Ucrania inició un camino en descenso que aún no se detiene. Esa noche el presidente ucraniano Viktor Yanukovich, un aliado de Vladimir Putin, suspendió la firma del acuerdo de asociación de su país con la Unión Europea, un convenio que tenía un apoyo popular importante en las áreas urbanas y la juventud. La retirada abrió la caja de todas las desgracias y llevó a decenas de miles de personas a las calles en lo que se conoció como el Euromaidán. La represión que siguió dejó decenas de muertos y las calles de Kiev se abarrotaron de inconformes que pedían la dimisión del presidente. En febrero del 2014 Yanukovich renunció y huyó a Rusia, y Ucrania inició el tránsito hacia su desintegración.
Para Moscú el Euromaidán representó la última de las alertas sobre la disminución de su influencia en Ucrania y Putin no se quedó quieto. A inicios del 2014, hombres armados sin insignias (pero a todas luces dependientes de Rusia) tomaron Crimea y a mediados de marzo, tras un referendo desconocido por Kiev, el Kremlin firmó la anexión de la península. Ni las protestas ucranianas ni las sanciones de occidente hicieron retroceder a Rusia que, consciente del valor estratégico (militar y económico) de la península, dibujó su nuevo mapa federal con el territorio incluido. En el que fue quizá el movimiento geopolítico más contundente hasta el momento, el G8 pasó a ser el G7, tras la expulsión rusa y la incomodidad de Occidente.
El lustro que siguió trajo la escalada hacia la invasión definitiva que finalmente se consolidó en febrero de 2022 cuando Rusia invadió el Donbás e intentó aplastar a Ucrania con tres frentes militares desde Bielorrusia en el norte, la frontera rusa en el oriente y Crimea en el sur. El horror que siguió sigue fresco en los titulares de prensa. Una guerra que se acerca a los cuatro años, que ha dejado centenares de miles de bajas, una nación desmembrada y una Europa en pánico.
Aunque tras su llegada Donald Trump insistió en que detendría el conflicto en semanas, las posiciones de ambos bandos han impedido los avances. Zelensky no está dispuesto a entregar parte de su territorio, algo que está escrito en la última propuesta de paz presentada por Washington. Putin dice que cualquier acuerdo tiene que reconocer la “realidad del terreno”, lo que en el mapa representaría la anexión por parte de Rusia de buena parte del oriente ucraniano.
Doce años. La mano que traiciona un acuerdo. La revuelta popular. La represión. La pérdida de territorio. La guerra total. Las fronteras que se redibujan en el siglo XXI. Occidente en crisis.
La Unión Europea reconoce que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no se vivía una amenaza bélica como esta. Con Washington titubeante con sus aliados y Moscú sin intenciones de retroceder, el horizonte es oscuro. Ucrania cierra un año más al borde de su fragmentación.