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Antioquia necesita urgentemente medidas de choque para una reactivación económica. El sector público y privado de Medellín y Antioquia deben trabajar de la mano.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
Se entiende una recesión como una disminución significativa y prolongada en la actividad económica, visible en los ingresos, el empleo, la producción industrial y el nivel de actividad comercial. Aunque con algunos detractores, se suele definir que una economía está en recesión cuando su Producto Interno Bruto (PIB) decrece, año a año, durante dos trimestres consecutivos.
Esto es justo lo que acaba de suceder con la economía del departamento de Antioquia.
Según el Indicador Trimestral de Actividad Económica Departamental (ITAED) publicado el pasado 30 de mayo por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la tasa de crecimiento de la economía antioqueña para el cuarto trimestre de 2023 fue negativa, de -0,4%. Este resultado, sumado al decrecimiento de 1,6% visto durante el tercer trimestre del año anterior, indicaría que Antioquia ha entrado en recesión.
Un resultado que se agrava al compararlo con el resto del país: si bien la desaceleración de la economía colombiana se ha hecho evidente con los últimos datos del DANE, el desempeño de las economías de Cundinamarca, Valle del Cauca, Atlántico, Bogotá y Santander registraron cifras, aunque cercanas a cero, en el terreno positivo durante el último trimestre de 2023. Según las mismas cifras, Antioquia apenas alcanzó un crecimiento de 0,2% en 2023, pero al desglosar por segmentos, surgen inquietudes significativas.
Por un lado, si excluimos los segmentos asociados a gastos por administración pública e impuestos, la economía antioqueña decreció en términos reales. Además, la mayor contracción se observó en los sectores de construcción e industrias manufactureras, que vieron caídas del 8% y 7% respectivamente, una tendencia que, en particular para la construcción de vivienda, podría agravarse en 2024 y 2025 debido a la baja en las ventas asociada a mayores tasas de interés y problemas en la asignación de subsidios gubernamentales como “Mi Casa Ya”. Aún no hemos visto reflejado en los números del sector el efecto total de la caída en las ventas este último año largo, que puede manifestarse entre 12 y 24 meses después.
El segmento de la economía antioqueña que más crece es el de actividades financieras y de seguros, seguido del de actividades artísticas, de entretenimiento y recreación, con un crecimiento del 9% y 7% respectivamente. Sin embargo, en el caso del entretenimiento, las noticias no son tan positivas: el sector pasó de crecer más del 30% en 2021 y más del 40% en 2022 a crecer en un solo dígito en 2023. Aunque hay indicios del gran potencial de Medellín en este sector, aún representa menos del 4% de la economía del departamento.
En contraste, sectores como el comercio, que con un 19% son los que más pesan en la economía de Antioquia, exhibieron una contracción en términos reales.
Todo este reguero de cifras deja claro un mensaje: Antioquia necesita urgentemente medidas de choque para una reactivación económica. El sector público y privado de Medellín y Antioquia, ahora en interlocución nuevamente tras las elecciones regionales del año pasado, deben trabajar de la mano. No es momento de señalar ni de buscar culpables.
El departamento no se puede dar el lujo de perder más tiempo sin crecimiento económico, ya que esta es la única forma sostenible de abordar, en el mediano y largo plazo, los retos de pobreza multidimensional, hambre, educación y envejecimiento de la población que enfrenta la región.