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Columnistas | PUBLICADO EL 15 agosto 2020

Daniel Quintero, un tsunami peligroso

Por ALDO CIVICOaldo@aldocivico.com

Al comienzo de este año, un amigo del alcalde me dijo: “Con Quintero se viene un gran Tsunami para Medellín”. El mismo alcalde lo confirmó el jueves. “Inicia una nueva era”, escribió triunfante en Twitter. Lo confieso: estoy aterrado, triste y preocupado por lo que está pasando en Medellín, que es un referente internacional de transformación e innovación. Fue una invitación de la Universidad de Antioquia lo que me dio la oportunidad de viajar por primera vez a Medellín. Fue en abril del 2001. La ciudad y el país eran un caos. Pastrana era todavía presidente y las milicias dominaban los barrios de la ciudad. Durante mi primera caminata por las calles de Medellín, en el parque Bolívar, al mediodía, tres jóvenes me rodearon y me atracaron. En la tarde, cerca del parqueadero del Teatro Metropolitano, fui testigo de un tiroteo. Cuando unos amigos me invitaron a subir a Granizal, tuvimos que pedir permiso a las milicias. En aquellos días también empecé a reconocer las señales del cambio que la ciudad estaba protagonizando. Me enamoré de la ciudad y decidí hacer en Medellín mi trabajo etnográfico para mi doctorado.

Durante varios años caminé por las calles de los barrios Moravia, Picacho, Tricentenario, Popular 1 y 2, Santo Domingo, etc., conociendo historias de resiliencia. En el 2003 escuché a Sergio Fajardo presentar su programa en el auditorio del San Ignacio. Reconocí aquella tarde el mismo entusiasmo que animó en Italia el renacimiento de Palermo. Llamé al alcalde antimafia de Palermo Leoluca Orlando y le propuse viajar a Medellín para compartir su experiencia. Fajardo y Orlando almorzaron juntos, y Héctor Abad se ofreció como traductor. Desde entonces vi la ciudad transformarse, gracias a una alianza extraordinaria entre la administración, la academia, el empresariado, y el sector social. Vi nuevos liderazgos culturales y artísticos fortalecerse en las áreas más difíciles de la ciudad. También vi la generosidad de la ciudad al acoger el desafío de reintegrar a centenares de exmiembros de la autodefensa. Con el tiempo, entendí que la transformación que Medellín protagonizó al comienzo del nuevo milenio tenía orígenes lejanos, en la resistencia que los sectores sanos de la ciudad protagonizaron frente al poder mafioso del narcotráfico. Entendí eso aún más cuando tuve el honor de conocer a Nicanor Restrepo en París, o durante mis conversaciones con Jota Mario Aristizábal, o con quienes fundaron organizaciones como Corporación Región y el IPC. Cuando hace dos años Leoluca Orlando regresó a Medellín, invitado por el alcalde Gutiérrez, quedó impresionado con el cambio de la ciudad. “Medellín se volvió una capital mundial del progreso”, me dijo.

Las actuaciones de Quintero ponen en riesgo el progreso de la ciudad. Desconozco a cuáles logias de poder responde el alcalde, pero evidentemente no tienen el bienestar de Medellín en el corazón. Es verdad que en Medellín hay mucho por mejorar. Pero desmantelar la institucionalidad no es el camino. Hoy la ciudad requiere un nuevo pacto entre todas sus fuerzas sanas. Nada menos que el destino de Medellín está en juego. El silencio no es una opción.

Aldo Civico

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