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Columnistas | PUBLICADO EL 13 mayo 2021

¿Conversamos?

Por Diego Aristizábaldesdeelcuarto@gmail.com

En medio de todo, ¿qué nos queda?, conversar, siempre conversar, acercarnos, comprender, reflexionar, estar juntos, los que están a favor y en contra, los que no están de ningún lado, los que no se han enterado, aquellos que han sido víctimas y, por fin, conocernos. ¿Cuántas veces necesita uno conocerse a sí mismo?, las veces que sea necesario, pero, ante todo: hablar con las palabras que acercan no con aquellas que nos alejan y acrecientan la herida.

Conversar trae consigo un constante ejercicio de autoanálisis. Las buenas conversaciones no son pretenciosas, no buscan imponerse, deben conseguir que el otro, o los otros, se sientan objeto de la mayor consideración y que nadie tenga una sensación de inferioridad o incomodidad, porque si alguien se siente menos no habla o le resulta difícil expresar lo que siente. Lo mismo logra la incomodidad, en una resolución de conflictos, por ejemplo, se deben buscar terrenos neutrales, que no favorezcan a uno u otro. Solo eliminando la incomodidad el otro podrá ser él mismo, y eso es lo que se busca cuando dialogamos, cuando queremos resolver algo. Por eso los gritos, los manotazos, las armas sobran siempre, quien levanta la voz es porque teme la contundencia de sus argumentos y lo que quiere es intimidar.

Recuerdo una frase que leí en “La cultura de la conversación”, de Benedetta Craveri: “Como corroboraron La Rochefoucauld y La Bruyère, para tener éxito en la conversación había ante todo que dejar brillar a los otros, mientras que la mejor confirmación de uno mismo pasaba por la gratificación del amor propio de las personas con las que se hablaba”.

El encontrarnos con el otro y conversar es descubrirlo, solo que a muchos no les interesa o temen saber lo que piensan los demás. ¿Qué tanto sabemos conversar como sociedad?, ¿qué tanto nos enseñan a conversar desde pequeños?, ¿cuánto estoy dispuesto a dejar de hablar para escuchar al otro como debiera ser?

Pensemos en alguien que no habla nuestra lengua, ¿qué hacemos?, de entrada, no hacerlo sentir mal, luego, hacer todo lo posible para poderlo comprender, ayudarle; así, me parece a mí, deberían ser las conversaciones, para que los seres humanos podamos trascender el sinsentido de acabarnos ante las diferencias. Mademoiselle de Scudéry decía que la conversación es “el arte de transformar las cosas”, en este instante, en nuestro país, es el camino, lo demás es loma. Colombia necesita conversar más, agredir menos, no más soberbia, la gente se cansa de esperar y se muere de tristeza sin que la escuchen

Diego Aristizábal

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