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Columnistas | PUBLICADO EL 08 julio 2022

Conversaciones sensatas

Lamentable que muchas voces lo critiquen sin previo análisis razonado, como si quisieran reinventar el conflicto, crear nuevos factores de polarización o ver los hechos a través de prismas ideológicos.

Por Henry Medina Uribe - medina.henry@gmail.com

La semana pasada la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) presentó su informe final sobre los resultados de más de 30.000 entrevistas hechas durante cinco años a víctimas y victimarios del conflicto armado que ha azotado al país durante más de medio siglo. Este hecho representa un hito en la historia del país y un reto en el proceso de lograr la reconciliación, la paz y la sana convivencia.

El informe no es un mandato ni una imposición. No es, y no podría serlo, la verdad única y absoluta sobre el conflicto, sino la contrastación de muchas verdades, para el análisis, la interpretación, la constatación social y, ojalá, un aporte a la contrición y sanación que nuestra sociedad tanto necesita. Es una intención y un esfuerzo por darle resonancia y sentido a la voz y el dolor de millones de deudos de la conflagración que hemos vivido. Es la evidencia de un conflicto que nos ha convertido en una sociedad rota y degradada, situación que no podremos superar sin antes hacer cambios profundos en la ética social, en varias políticas públicas y en algunas estructuras sociales, económicas y políticas.

El debate sobre el informe se inició desde el mismo momento de su lanzamiento. O, para ser más exacto, desde el momento en que se supo de la creación de una comisión para el esclarecimiento de la verdad. Una falla inicial fue el no crear suficiente confianza sobre la idoneidad de sus componentes para la tarea, a pesar de estar presidida por una persona de los quilates y la estatura moral e intelectual del padre Francisco de Roux, S. J. Esa falta de credibilidad, instigada desde varias trincheras, dificulta la persuasión plena y necesaria sobre la horripilante realidad de los hechos vividos, crea neblina sobre lo aclarado y aún llega a negar lo evidente.

Importante que los generadores de opinión hayan puesto el foco en el informe. Lamentable que muchas voces, parte de las que se opusieron a los acuerdos de paz, lo critiquen sin previo análisis razonado, como si quisieran reinventar el conflicto, crear nuevos factores de polarización o ver los hechos a través de prismas ideológicos.

Conveniente leer a David McRaney en su último libro, How Minds Change. Nos dice que la verdad es tribal, como lo es el pensamiento según otros autores. Por ello, ante la variedad de intereses involucrados en el conflicto armado (tribus), necesitamos confrontar verdades, no mediante el debate que implica llegar a ganadores y perdedores, sino mediante la conversación razonada, sensata y constructiva, colocando primero a Colombia, como lo insinúan las conversaciones entre el presidente electo y varios de los líderes políticos, Álvaro Uribe entre ellos.

No nos sigamos degradando como sociedad. Recordemos al general Robert E. Lee cuando decía después de la batalla de Fredericksburg, en la guerra civil norteamericana: “por suerte, la guerra es algo terrible [...] porque, de lo contrario, podría llegar a gustarnos”. ¿Acaso eso nos está sucediendo? 

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