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Columnistas | PUBLICADO EL 30 marzo 2020

Contaminación y Apeñuscamiento

Por Luis Gonzalo Mejía Cañaslgm@une.net.co

El sueño de la innovación condujo al surgimiento de un mundo trastocado, que permitió el abandono del campo y el crecimiento desordenado de las ciudades. Medellín no escapó a ese crecimiento, en el cual se densificó y fue apeñuscada por planificadores que pensaban en un cielo, pero que se olvidaron del suelo.

Estas planificaciones han traído múltiples problemas, entre ellos dos que nos agobian: los de movilidad y la contaminación del aire, que enferma, sobre todo a los grupos susceptibles, quienes ahora, en época de coronavirus, llegan disminuidos para hacerle frente a tan feroz virus. Esta época incierta, permite reflexionar, acerca de estas situaciones que desarman nuestro ser, aumentando, la agresividad y la infelicidad de los habitantes de la ciudad.

Como contribución al entendimiento de la situación de contaminación, va esta breve reflexión. En 1871, el profesor J. Henri Fabre publicó una serie de libros con el más hermoso de los nombres: “Lecturas para las escuelas”, y en uno de ellos señalaba: “La traslación del aire de una a otra región de la atmósfera, o sea el viento, tiene por causa principal la acción del calor solar”. Es justamente ese aire caliente contaminado, más liviano, el que se eleva para ser arrastrado por vientos, con enormes velocidades y presiones, que disipan la contaminación. Desafortunadamente, esas presiones que limpian la atmósfera, se ven enormemente disminuidas por un factor que en ingeniería civil se llama la rugosidad del terreno, pudiendo llegar a ser, en un centro de ciudad, que es más “rugoso” por la presencia de edificios, la mitad de las que se presentarían en un campo abierto.

La velocidad natural del aire a lo largo del río, necesaria para descontaminar la ciudad, como ya se mencionó, será modificada severamente por las decisiones tomadas por las últimas administraciones, plasmadas en el POT vigente, que densificarán, es decir apeñuscarán, las vegas del río, modificando de manera sustancial la rugosidad del terreno e incrementando en forma permanente el problema de contaminación de la ciudad. Bien vale la pena que quienes tienen a su cargo el manejo de la contaminación, estudien medidas para aliviar la situación descrita, las que deberían ir complementadas por la siembra masiva de árboles en las partes altas de las montañas que circundan el valle, para enfriarlas y aumentar el movimiento de los vientos, por el mismo principio físico, enseñado por el profesor Fabre.

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