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Una reciente encuesta publicada por la firma Ipsos (agosto, 2021), que indaga sobre populismo, nativismo y anti-elitismo en 25 países, incluido Colombia, deja resultados inquietantes que, además de reflexión, deben producir cambios.
Al respecto de la afirmación: “La economía de mi país está amañada para favorecer a los ricos y poderosos”, el 84 % de los encuestados en Colombia estuvo de acuerdo, después de Corea del Sur, donde el 85 % expresó lo mismo. Así superamos ampliamente el promedio global, en donde el 71 % manifestó estar de acuerdo con esta aseveración.
Estos resultados pueden ser analizados a la luz de las recientes protestas en nuestro país, en donde se expresó un sentimiento de insatisfacción detonado en buena medida por una causa económica. El malestar reflejado en esta encuesta indica la importancia de centrar el foco en la economía y, por lo tanto, alrededor de este tema se requiere mayor diálogo, comprensión y soluciones alternativas.
Adicionalmente, el 81 % de los colombianos considera que: “los expertos de este país no saben cómo vive la gente como yo”. Nuevamente superamos el promedio global frente a esta pregunta, que fue del 65 %. Estos dos hallazgos permiten ver un asunto común, que es la falta de confianza entre ciudadanos, expertos, políticos y personas con mayor riqueza.
Ante las conclusiones presentadas, veo tres elementos que pueden ayudar a remediar este reto de insatisfacción, desconfianza y desconexión.
Primero, las empresas pueden comunicar con mayor audacia el impacto que tienen en la sociedad a través de la generación de empleo, la tributación y, también, los resultados de sus fundaciones.
Segundo, la conexión entre expertos y tomadores de decisiones en el campo económico con las personas es fundamental. La presentación periódica sobre el estado de la economía resulta frío, ajeno y carente de humanismo. Es preciso superar las cifras gélidas, las gráficas complejas y la jerga especializada, pasar a una comunicación sincera que reconozca errores o aspectos por mejorar y luego transitar a una pedagogía paciente para que cualquier persona, sin importar su formación, pueda comprender los retos y los avances de la situación económica nacional. Esto es, inclusión.
Finalmente, recientes iniciativas han demostrado que, con voluntad y trabajo articulado, es posible crear programas de empleo de choque, bienestar y mejora de salarios. Más allá de reformas, leyes o regulaciones establecidas por el Congreso, los empresarios pueden tomar la iniciativa e innovar con más programas de impacto social, cultural y ambiental. Nuestra búsqueda por la equidad debe atender a lo que opinan las personas y, por eso, hallazgos como estos deben sacudir y conducir a la acción a través de tres elementos: comunicar, conectar e innovar