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Columnistas | PUBLICADO EL 27 abril 2015

CÓMO SE CONSTRUYE UNA CIUDAD ENEMIGA

Porjuan josé garcía posada

juanjogp@une.net.co

Más que la incomodidad por el desorden anárquico insoportable, lo que presenciamos en Medellín es la propagación del temor por el aumento de la accidentalidad. Durante las dos semanas recientes, en cada breve recorrido, que ya no es de diez minutos sino de media hora y más, he visto escenas conmovedoras y frecuentes como las de un motociclista inmóvil tendido en la vía, un transeúnte atropellado que se retuerce de dolor en una acera, un grupo de gente que reclama un médico urgente y ambulancias que van y vienen abriéndose paso con el ruido espeluznante de las sirenas.

Esos episodios ya son habituales. No eran comunes. La vida de la ciudad era siempre agitada, vertiginosa, pero nunca tan azarosa e insegura como en la actual crispación general. Entre los que defienden con vehemencia los proyectos de infraestructura que se presume van orientados a la renovación urbana hay quienes dicen que la gente es muy necia, que no tolera molestias que después se compensarán con obras útiles y esplendorosas, que aguantemos con paciencia mientras se demuestra el acierto de la visión futurista y transformadora. Tal actitud implica el reconocimiento de que están causándose traumatismos que afectan el derecho de los asociados a que la vida pueda discurrir con mínimos de tranquilidad. ¿Acaso andar las calles como dueños del espacio público y no como forasteros indeseables es incompatible con alguna corriente nueva del urbanismo que acepta la tortura a los ciudadanos como medio inevitable para conseguir fines de progreso material?

Claro que es grave e inquietante que nos maltraten, nos tuerzan las rutas y las rutinas y nos amarguen la vida. Pero el asunto es de más hondura: A mi modo de ver y de sentir, aunque no tenga ni capacidades ni competencias para ser Alcalde o Secretario de Tránsito, no solo está amenazándose la calidad de vida en abstracto. El amontonamiento de trastornos, la potenciación del caos vehicular, representan riesgo inminente contra la integridad anímica y física, pero sobre todo contra la confianza legítima de vivir sin que un conductor agresivo, desesperado por los cambios, los retrasos, los tacos en cada cuadra, maneje con temeridad y atente contra el motociclista, contra el ciclista (en una ciudad que no es tan pedaleable como se sueña) y contra los simples caminantes, como está viéndose en cada cuadra, en cada momento, en estos días de tremendo desorden programado.

El gran colega Kapuscinski dijo al escribir sobre Bakú, la capital de Azerbaiyán: “Me gusta esta ciudad. Está construida para la gente y no contra ella. Sí, hay ciudades construidas contra la gente”. ¿Acaso profetizaba lo que pasa en Medellín, donde estuvo hace años? ¿Quién puede ser tan insensato de construir una ciudad enemiga de su gente?.

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