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En el año 2007, Medellín comenzó un debate público sobre su futuro. Debo confesar que el modelo de ciudad elegido no ha sido de mi agrado... pero fue un proceso participativo en el que las llamadas fuerzas vivas de la ciudad, se sentaron a decidir lo que consideraban podría ser un modelo que lograra cierre de brechas y un cambio cultural y económico que le abriera la puerta a una democracia más participativa y un modelo de ocupación del territorio más justo y equitativo.
Hoy empezando 2023, la iniciativa de convertir a Medellín en una ciudad de servicios, cuenta con avances muy pobres unos y desviados de su objetivo otros. Sin lugar a dudas, el clúster de medicina y odontología ha logrado amplios desarrollos. Por su parte, el de la energía terminó en un proceso de convertir a EPM en una gran empresa de generación y distribución de energía, dentro de un modelo que si bien, aporta a la ciudad grandes capitales año a año para el gasto del mandatario de turno, poco o nada aporta a la necesidad de nuestros habitantes y cuenta con una de las tarifas de energía residencial más altas del país.
En el caso de los clústeres textil, confección y modas, la ciudad logra sin duda una amplia participación anual en sus eventos, pero solo para grandes capitales y de manera residual para amplios sectores de pequeñas y medianas empresas. La construcción vive su gran fracaso por la realidad de edificios como Space, Asensi, Continental Towers, etc. En el tema de tecnologías de la informática, la creación de Ruta N aún busca su propio rumbo, dado que durante años terminó siendo una especie de casa de arrendamientos, que poco le aporta al desarrollo de este clúster.
El clúster llamado de turismo de negocios, terminó generando en la ciudad un turismo poco deseado y muy desarrollado alrededor del turismo sexual y de drogas, poniendo a Medellín en gran riesgo frente al consumo de drogas y la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes.
Medellín está en los primeros puestos como una de las ciudades más inequitativas de América Latina. El cierre de brechas no logra avanzar y los cordones de miseria crecen en sus comunas sin ningún control. Contamos con una de las peores alcaldías de nuestra historia y la llamada tacita de plata se ha convertido en una ciudad sin rumbo ni modelo para salir adelante...
Pero, ¿A qué debería convocarnos esta realidad? Sin lugar a dudas es el momento para que nuevamente las fuerzas vivas de la ciudad se junten para hablar de un nuevo modelo de ciudad.
Este paso por nuestra historia reciente, no busca otra cosa que alentar a la clase política, empresarial, a las ONG, al movimiento comunal y social, a la academia, a los sindicatos, a todos y todas para generar un gran debate sobre nuestro futuro que nos permita reconocer el desgaste del modelo propuesto y que es hora de pensar nuevamente en una Medellín, equitativa, solidaria, una ciudad para el cambio o como decía Carlos Gaviria “una ciudad del tamaño de nuestros sueños.