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Por Sergio Guzmán y Johan Marulanda
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Las relaciones de Colombia con las grandes potencias serán fundamentales para que nuestro país desempeñe su papel en el abordaje de desafíos globales como la crisis climática, ya que la inversión extranjera y el comercio son vitales para los planes que se tienen de cara a la transición energética nacional. Colombia puede capitalizar su papel en la competencia de los países más poderosos para lograr las metas nacionales, pero solo si lo hace de manera estratégica y con visión de largo plazo.
En un reciente informe de Colombia Risk Analysis, expusimos las diferentes relaciones que tiene Colombia con las grandes potencias del mundo: Estados Unidos, la República Popular China, la Unión Europea (UE) y la Federación de Rusia, examinando la política, el comercio y la inversión, con el fin de dar una idea de lo que puede significar para la política interna y la externa de la industria colombiana.
Cada una de estas regiones tiene sus propios intereses y agendas en Colombia; sin embargo, pueden agruparse en líneas generales en dos campos, donde están más alineados. Por un lado están los Estados Unidos y la UE, que tienen objetivos comunes en brindar ayuda, fomentar una economía verde y promover los derechos humanos en Colombia. Por el otro están China y Rusia, reunidos por sus posturas opuestas hacia los Estados Unidos. Rusia está enfocada en ser una fuerza contraria a los EE. UU. y se ha enfilado con China, el mayor rival de EE. UU.
Es probable que las ideologías opuestas de las grandes potencias generen cierta preocupación en Colombia a corto y a mediano plazo. Desde la perspectiva colombiana, esto obligará a un difícil acto de equilibrio, mantener la buena voluntad de ambas partes y al mismo tiempo atraer más comercio e inversión de las contrapartes. Será necesario que el próximo presidente colombiano sea proactivo y reflexivo en sus relaciones tanto con Estados Unidos como con China. De lo contrario, puede haber importantes implicaciones comerciales y oportunidades perdidas para atraer inversiones. Puede que no sea necesario “elegir un bando”, pero no será fácil mantenerse en la raya con ambos.
Por otro lado, la agenda de Rusia para interrumpir la influencia occidental significa que probablemente habrá desafíos para la relación Colombia-Rusia. Esto es especialmente crítico en la coyuntura actual, puesto que el electorado colombiano está más polarizado. Estas ideologías también juegan un papel en el rol de Colombia en la crisis venezolana.
Una crítica importante a la política exterior colombiana es que parece reactiva a los acontecimientos que ocurren fuera y que su diplomacia sirve como una extensión de las disputas internas, como parecen sugerir los nombramientos diplomáticos y las tendencias de las relaciones con países vecinos. El próximo gobierno de Colombia debe poner en marcha un plan integral que abarque organismos gubernamentales y ministerios, para promover sus intereses en el escenario global, dando continuidad a algunas de las ideas del gobierno actual, como la Alianza del Pacífico o la acogida de inmigrantes venezolanos y refugiados afganos. Sin embargo, dado que la política en Colombia no se detiene en las fronteras del país, es poco probable que estos desarrollos ocurran.
Los candidatos deben presentar al público ideas y planes sólidos de política exterior mientras hacen campaña para la presidencia. Estos planes deben incluir formas de promover los intereses de Colombia entre los países más poderosos, incluida la diversificación y expansión del comercio y la inversión; recibir apoyo para continuar desarrollando sectores en todo el país, abordar la crisis venezolana y mantener la seguridad nacional con respecto a las potencias extranjeras. No hacerlo será perjudicial para los intereses a largo plazo de Colombia y dejará al país a la deriva, mientras la competencia de las grandes potencias continúa