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Columnistas | PUBLICADO EL 10 agosto 2020

Colombia, un propósito común

Por Federico Gutiérrez Zuluaga@FicoGutierrez

Sobre la medida de aseguramiento impuesta por la Corte Suprema de Justicia contra el expresidente Álvaro Uribe, quiero señalar, en primer lugar, que soy respetuoso de la justicia colombiana como pilar esencial de la organización democrática del Estado de derecho. También quiero expresar mi solidaridad con él y con su familia. Y como un tercer punto y reflexión esencial, me preocupa esa línea peligrosa de confrontación que Colombia transita y que todos los días se hace más evidente. Esta tensión debe llevarnos a reflexionar y construir un gran pacto para evitar la destrucción de las instituciones y la generación de heridas que puedan abrir nuevos ciclos de violencia.

Considero que la privación de libertad del senador Uribe es una medida extrema porque no hay condena en su contra, siempre ha respondido ante las instancias judiciales y no representa peligro para la sociedad. Por tanto, pienso que su defensa debió ser en plena libertad y mientras continúa el proceso se debe respetar su presunción de inocencia. También hay que decir que, a pesar de que los casos no sean estrictamente comparables, la misma Corte que tomó la decisión frente a Uribe dejó en libertad a “Jesús Santrich” (además permitiendo su fuga), quien sí representa un peligro para la sociedad y no tiene un historial democrático. La justicia debe ser para todos y esto deja la sensación que hay algunas personas que están por encima de ella.

No comparto la visión que tienen algunos sectores desde diferentes orillas, que creen que los problemas del país se acaban si Uribe va a la cárcel o si se acaba el proceso de paz con las Farc. Los problemas de nuestra Colombia van mucho más allá. Tenemos unas desigualdades sociales demasiado profundas, que además se han hecho más fuertes como consecuencia del covid-19, y que se ven reflejadas en mayores niveles de pobreza, desempleo y hambre.

Por todos estos problemas tan serios que enfrentamos, reitero que es urgente la construcción colectiva de un Pacto Colombia, del que ya he hablado con anterioridad, que nos saque de la polarización y nos una en torno a un proyecto común en el que todos los sectores políticos, sociales y económicos del país definamos una agenda que genere bienestar para nuestra gente. Vivimos una de las peores crisis de nuestra historia; una crisis que nos exige dejar de lado los revanchismos políticos, los odios y tantos egos que tanto daño han hecho y hacen todavía. Al Presidente Duque le quedan dos años de gobierno y debe convocar a todos los sectores a construir un propósito común, a un propósito país.

A lo largo de mi carrera política, como concejal de Medellín durante 8 años y como alcalde de Medellín durante los 4 años anteriores, he conocido gente maravillosa en todos los partidos, funcionarios rigurosos e inteligentes con todas las intenciones de servirle al país; he encontrado gente extraordinaria también en el sector productivo, empresarios con una gran conciencia social y un espíritu trabajador incomparable; y ni hablar de los ciudadanos que me he cruzado, las historias de inmensa solidaridad, empuje y alegría que existen en todas las regiones de nuestra Colombia, calle a calle, vereda a vereda, en el mar, la selva y la montaña.

Conversar y respetar: dos claves para entender que casi siempre tenemos más en común de lo que creemos con quienes piensan diferente. Somos un país bonito, de gente buena y por eso me niego a creer que no seremos capaces de superar esta espiral de violencia y de injusticia social. Soy optimista en el futuro, confío en mi Colombia y en su gente.

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