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Columnistas | PUBLICADO EL 28 abril 2022

Castro o la libertad por hábitat

Óscar no creía ni en los rejos de las campanas. Su dios era el ajedrez. Bueno, tenía diosa, Caissa, patrona del juego.

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

En vida, pedía que le enviaran la correspondencia a “Óscar Castro, el mundo”. Los recados le llegaban luego a Campos de Paz, Medellín, donde reposará hasta cuando sus cenizas sean esparcidas en el nacimiento de algún río o en una reserva natural.

Desde el 12 de abril, siete años después de su fallecimiento, se la pueden dirigir a un guayacán amarillo sembrado en el Parque del Ajedrez de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.

Estaba tierna como cachete de bebé su participación en un torneo de ajedrez en San Antero, Córdoba, coincidiendo con la Semana Santa. Los dividendos de ese torneo los repartió entre los más jodidos de la fortuna. Compartía, no acumulaba.

Anduvo siempre ligero de equipaje. Como tenía el mundo y la libertad por hábitat, llevaba pocos chiros en su maleta. Suficiente un libro de ajedrez.

Óscar no creía ni en los rejos de las campanas. Su dios era el ajedrez. Bueno, tenía diosa, Caissa, patrona del juego. En la vida real, una de sus diosas fue la pintora argentina Marcia Schvartz, con quien se conoció en las callejuelas del Barrio Gótico de Barcelona.

“A él lo enamoró mi tristeza, y nos unió la nostalgia por el tango”. De las soledades de ambos nació Bruno, quien anduvo por aquí. Cate que sí lo vio su tía Olinda. Estuvo a punto de llamarse Carlos, en homenaje a Gardel.

“Su desapego y su profunda libertad me enseñaron a ver el mundo con menos miedo”, escribió Marcia para el libro Óscar Castro. El Jugador del dueto Luis Santiago y Marco Aurelio Arango Pérez.

Castro aprovechó una visita de su hermana, quien le llevaba flores a Campos de Paz, para susurrarle al oído: “Negrita, sáqueme de aquí”. De su excéntrico hermano Olinda dice que “agotó los sustantivos y adjetivos que brinda el español”.

Poco a poco, su Negrita le irá dando gusto a ese pliego único de peticiones. El homenaje en el Parque del Ajedrez va en esa vía. El ritual conmemorativo lo inspiraron ella, la Liga de Ajedrez de Antioquia, que preside Norbey Rodríguez, y el abogado y ajedrecista Fernando Ordóñez.

Castro no tenía seguidores, sino fanáticos. Incluido su amigo y compañero de bohemia Jorge Conconcreto Aristizábal, reconocido mecenas del gremio de los trebejistas, uno de los asistentes al acto.

El actor y declamador Gustavo Montoya, en una dramática performance, graduó a Castro como el Barba Jacob del ajedrez. Esa obra de teatro amerita repetición con lleno a reventar y buses a todos los barrios...

Una placa fue colocada para la foto al lado del recién sembrado guayacán de los que se tienen confianza para crecer hasta 35 metros. La idea es que cuelgue en un salón de la Liga.

La placa tiene esta leyenda salida del caletre del abogado Ordóñez: “Homenaje a una concepción libertaria de la vida” 

Óscar Domínguez Giraldo

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