viernes
0 y 6
0 y 6
Las apretadas elecciones presidenciales peruanas se sellaron con un ajustado triunfo -pero triunfo en todo caso- del maestro de izquierdas Pedro Castillo. Keiko Fujimori, por tercera vez, se quedó a escasos votos de conseguir el gobierno que alguna vez, y de forma despótica y corrupta, detentó su padre. ¿Y ahora qué?, se preguntan, nos preguntamos, peruanos y latinoamericanos. ¿Qué medidas impondrá el hasta hace muy poco desconocido político? Para ser honestos hay pocas pistas y, ante el camino de la incertidumbre, aumenta el pánico.
Porque el primer sorprendido del zarpazo electoral es el propio Castillo. Y lo que antes dijo con seguridad, ahora es balbuceo, y lo que prometió con énfasis se convirtió en duda. Ante la dificultad de construir una propuesta programática factible, mientras fue candidato propuso cualquier cosa y atacó a todos los flancos. Ahora se muestra tolerante y entiende que un gobierno difiere enormidades de una campaña. Si hasta hace un par de semanas disparaba furia contra mercados y monopolios -sin saber a ciencia cierta qué eran los unos o los otros- por estos días es más cauteloso.
Pedro Francke, asesor económico de Castillo, empezó a dar pistas de hacia dónde podría dirigirse el timón fiscal y buscó apaciguar las aguas agitadas en el proceso electorero. Se alejó de posibles expropiaciones y de fijar precios y prometió impulsar la inversión privada. “Nos hemos puesto un poquito más a favor del mercado”, dijo, casi de forma caricaturesca.
Y el propio Castillo, sacudido por el golpe del triunfo y nervioso por obtener un puesto para el que, a juzgar por su comportamiento reciente, no está capacitado, sonríe impávido, y concuerda en que se vienen momentos para escuchar a los otros y buscar unidad. Difícilmente logrará su objetivo.
Perú apenas se levanta de una noche extraña e intenta entender las acrobacias de su política. Quizá lo único que enseña el futuro, por ahora, es inestabilidad. La misma que invade a la nación desde hace un par de años y que revela que ni siquiera el presidente electo tiene garantizado su mandato. Porque en las recientes refriegas entre el Ejecutivo y el Legislativo, los triunfos se los ha llevado este último. Así que es muy posible que ahora los congresistas, angustiados porque el profesor tome el mando, decidan dar una nueva vuelta a la tuerca e impedir que la aventura de Castillo tenga algún futuro