<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 28 agosto 2022

Buscar al poeta

* Director de Comfama.

Querido Gabriel,

Nuestra cultura premia al guerrero y castiga al poeta. Nos gustan los fuertes que levantan la mano y suben el volumen mientras despreciamos a la gente tranquila y reflexiva. Valoramos al que hace y subvaloramos al que contempla. Esto nos convierte, hasta cierto punto, en luchadores; nos obliga a definirnos contra alguien o algo y no desde nuestras capacidades ni mucho menos como lo que realmente somos, la especie que vino a celebrar el universo.

A hombres y a mujeres de mi generación nos educaron para premiar la sagacidad y admirar el intelecto. Nos enseñaron a competir y a ganar. “Elige algo que te guste hacer y luego sé el mejor en ello”, repetía mi papá. Un guerrero de tiempo completo es, sin embargo, un ser solitario, incompleto, en permanente tensión. Ser siempre fuerte (o aparentarlo) es “muy cansado”, como dice un buen amigo guatemalteco. Quizás no se trate de ser uno u otro, sino de aprender a combinarlos, al poeta y al guerrero, a usarlos cuando corresponda, a no dejar de recurrir a todo lo que somos. ¿Hablamos de este balance de energías aplicado a la vida laboral y personal?

Sin este equilibrio nos quedamos cortos. Al abandonar al poeta —y uso esta palabra para definir a nuestro lado más sensible y creativo—, creyéndolo innecesario, cercenamos nuestro espíritu. Eventualmente llegará un trastorno de salud mental, nos enfermaremos. No es viable vivir a medias por mucho tiempo. Es como saltar en una pierna, podemos hacerlo un rato, pero no es sostenible, tampoco productivo.

“Hay que cuidar al scholar”, me dijo Piti Parra. “¿Cómo lo traduces al español?”, le pregunté. “No hay traducción precisa”, dijo con su habitual contundencia. Quienes lo han asimilado al académico olvidan que los sabios y los artistas son raramente empleados universitarios. Además, para ser un buen scholar, volvamos a esa mágica etimología, necesitamos espacios libres, momentos de ocio, mucha reflexión.

El ocio es clave para cultivar al poeta e invocar nuestro ser creativo. Piti habla de los tres tercios de la vida: trabajo, descanso y ocio. El texto de gerencia paisa diría que descanso y ocio son lo mismo, pero está equivocado. Los artistas lo tienen más claro, para crear hay que nutrirse. Julia Cameron habla del día para dedicar a los museos y Romain Rolland hablaba de los “momentos oceánicos”, descritos en el último libro de Rosa Montero como “esos instantes de aguda y trascendente intensidad, cuando tu yo se borra y la piel, frontera de tu ser, se desvanece, de manera que te parece sentir que las células de tu cuerpo se expanden y se fusionan con las demás partículas del universo”.

Hablemos de cómo buscar e integrar al poeta, al scholar, al contemplador en nuestra vida y nuestras organizaciones. Provoquemos la tertulia con Hugo Jamioy, el poeta camtsá, quien cuenta que, para inventar el idioma con cada una de sus palabras y su imprescindible poesía, “los abuelos dedicaron mucho tiempo a contemplar. Sol, por ejemplo, shinye en camtsá, quiere decir ‘el dador de la luz en el tiempo’”. Esta idea poderosa no surge de sentarse a escribir a las carreras ni en una reunión de media hora, sino de siglos de pura, profunda y tranquila contemplación 

David Escobar Arango

Si quiere más información:

Continúa Leyendo
.