viernes
3 y 2
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¿Qué es lo importante en esta vida? ¿debería importarnos si la pobre Bogotá tendrá o no metro después de años de engordar esta noticia cada tanto, si Rihanna canta en el Super Bowl, si China y Estados Unidos se muestran los dientes, y montones de cosas que anuncian los medios, como si fueran de vida o muerte?
Yo podría apagar el radio, no leer más la prensa y retirarme a un pedacito de tierra a mirar hacia el cielo, de vez en cuando, para saber cuándo es que esto realmente se acaba. Probablemente, cuando me aburra de esperar, podría escuchar noticias y nuevos “hechos importantísimos” me anunciarán, definitivamente, que nada de eso es relevante.
A veces, bajo el efecto singular del egoísmo, pienso que la vida está hecha de esperas, de esperas individuales que son más importantes que cualquier cosa que nos afecta supuestamente a todos. Un joven escritor lo único que quiere recibir es la respuesta de la editorial. Aquel que postula a un doctorado en una gran universidad solo quiere saber si lo aceptan o no. El enamorado, como le decía Gramsci a Yulca, solo desea, en el menor tiempo posible, que le escriba largo y de muchas cosas. Sin estas simples respuestas podemos creer que nos morimos, ninguna otra cosa nos importa. Una respuesta pendiente, he llegado a creer, es el asunto más significativo del mundo.
Recuerdo que hace un tiempo leí una noticia grandiosa: “Mujer recibe la carta de su abuelo casi 100 años después”. Resulta que un marinero británico, quien reparaba barcos durante la Primera Guerra Mundial, le escribió una carta a sus padres en 1916. Por alguna razón, la carta apareció detrás de una chimenea en 1980 y, años después, llegó a la biblioteca de las islas Orcadas, Escocia. La biblioteca publicó una fotografía de la carta con el propósito de saber más sobre el autor. Fue así como la nieta del marinero se enteró de la existencia de la carta que pedía, sencillamente, que se acordaran de él. Al fin, lo que quería David John Phillips, se cumplió. Lo esencial nunca desaparece.
Cada que pienso que para sobrevivir en este mundo tan atareado y complejo lo único que necesitamos es comprender lo sencillo, me acuerdo de Diderot: “¿Lo que vemos todos los días? Se equivocan, exclamó Diderot, es lo que sucede todos los días bajos sus ojos y que ustedes no ven nunca”. ¿No será que enceguecidos por el barullo de la “actualidad” estamos dejando de lado lo fundamental? Uno puede vivir sin un montón de asuntos “importantísimos”, pero no podemos acostumbrarnos a vivir sin esas respuestas esenciales que están al alcance de una visita, un poquito de tinta en una carta, el cariño en la voz de alguien que hace tanto no escuchamos y evocan las más grandes presencias, lo relevante, en realidad.