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Habló como tenía que hablar el gobernador Gaviria al replicarle al alcalde Quintero en el congreso nacional de exportadores y en presencia del presidente Petro. Esa obsesión adanista del mandatario local, exasperada con su ánimo pendenciero y su manifiesto aborrecimiento a lo que han sido y son Antioquia y Medellín, ha prolongado una leyenda negra infame que celebran todos aquellos que se sienten solidarios con cualquier estrategia o campaña soterrada contra la integridad de nuestra región y su capital.
No es regionalismo arcaico, ni exageración folclórica, ni prevención injustificada, ni complejo de superioridad. Tendría uno que ser demasiado inocente para negar que Antioquia es objeto de amenazas, unas potentes y otras insignificantes, y de una animadversión muy arraigada, que se remonta a viejas temporadas en las cuales han vuelto a surgir intentonas separatistas. Unas veces han pretendido con Urabá; otras, como ahora, con el Magdalena Medio. Hace medio siglo, como reportero de EL COLOMBIANO, recorrí Turbo, Apartadó, Chigorodó y otros pueblos en los que indagué y comprobé que la tentativa separatista de entonces carecía de resonancia y los que la alentaban desde Bogotá y Medellín tenían oscuros intereses. La publicación de aquella serie periodística nos causó obvios maltratos, pero poco a poco fue bajando la agresividad de los enemigos de Antioquia. Que la hubo y está reapareciendo, de eso estoy convencido.
No es sino atar cabos y establecer la posible conexidad de varios episodios que no son sólo coincidentes. Las arremetidas políticas, económicas, financieras, literarias, administrativas, centralistas, contra los valores, tradiciones y vocación futurista de Antioquia y el liderazgo ejemplar de su dirigencia podrían converger en un solo proyecto destructivo. La ominosa leyenda negra se basa en una mentira monumental: Que a los antioqueños nos han criado y formado sobre todo para conseguir plata a toda costa. Otra cosa es que haya un influjo ancestral que aviva el ingenio y el esfuerzo legítimos para vivir bien y no satanizar el dinero bien habido, que no se gasta, sino que se invierte con austeridad y espíritu emprendedor. Claro, con desgraciadas excepciones que han marcado momentos muy duros de inequidad y desprestigio.
Y creo que lo que siempre ha fallado es la educación para saber lo que es Antioquia y defenderla con argumentos contundentes. Hay que enfatizar la enseñanza de Historia y Geografía para fortalecer el amor por lo antioqueño, sin vergüenza de ser paisas. Al cumplirse el 4 de septiembre el bicentenario del polímata Manuel Uribe Ángel presenté en la Academia Antioqueña de Historia y en el Coloquio de los Libros una ponencia sobre ese personaje paradigmático y su Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia. Es un libro tan voluminoso como sapiente. El autor se anticipó incluso a teorías modernas sobre la ciencia geográfica. Para que la gente conozca a los pensadores e investigadores que fundaron la cultura antioqueña, hay que leerlos, estudiarlos, justipreciarlos. Así se aprende a defender a Antioquia y estar listos para conjurar tantas amenazas .