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Cuando la prensa llega tarde

hace 6 horas
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  • Cuando la prensa llega tarde

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Durante la pandemia tuve un vecino que vivía solo y que me comentaba en vivo y en directo todas las noticias que en ese entonces yo contaba en la emisora radial en la que trabajé por esa época.

Nos reuníamos a veces en los lugares comunes del edificio intentando evitar el encierro y durante uno de esos encuentros, recuerdo que me dijo: “en la cuarentena la radio ha sido lo único que me ha hecho sentir acompañado. Uno sabe que los periodistas mienten, pero acompañan.”

Esa sentencia me dolió en aquel momento, pero esa percepción, es común.

Según datos de Invamer, el 78 % de los colombianos desconfía de la prensa.

Y, sin embargo, con una mezcla de resignación y costumbre, seguimos prendiendo la televisión y la radio, revisando portales y redes, conscientes de que buena parte de lo que consumimos está condicionado por intereses políticos, económicos o de poder.

Esa desconfianza no es gratuita. En vísperas de nuevas consultas partidistas y de la ley de garantías, vale la pena recordar la ineficiencia —y en algunos casos la indiferencia— con la que una parte del periodismo nacional trató las denuncias sobre la administración de Daniel Quintero en Medellín.

Durante años, los periodistas locales alertamos sobre contratos cuestionados, empresas pantalla, presupuestos desviados y redes de contratación opacas. Las denuncias estaban ahí: en programas radiales, investigaciones digitales, columnas y reportajes. Pero sus ecos rebotaban contra un muro de indiferencia.

Los medios nacionales no miraban hacia Antioquia, miraban solo cuando la narrativa del poder lo permitía o cuando él personaje cuestionado había negociado una portada.

Se sentaban con la administración local, la que se estaba denunciando, antes de haber escuchado a los periodistas que habían investigado.
Todo un tratado de “buen periodismo”.

Hoy, cuando el exalcalde tiene resonancia nacional y su movimiento político busca extenderse, muchas redacciones parecen descubrir lo que desde Medellín se dijo una y otra vez hace varios años.

¿Por qué los medios nacionales no reaccionan igual ante la presunta corrupción de un alcalde mientras ejerce el poder?

¿Por qué debemos esperar a que deje el cargo para investigar con rigor lo que durante su administración se denunciaba con evidencia?

La prensa también tiene sus tiempos, y a veces sus tiempos son su mayor falla. En Colombia, la noticia de investigación llega tarde: se activa cuando el personaje cae en desgracia, no cuando sus decisiones afectan a una ciudad entera.

Y ese desfase cuesta caro: cuatro años de presupuesto ejecutado sin control, cuatro años de instituciones debilitadas, cuatro años en los que los periodistas que hicieron su trabajo fueron ignorados o deslegitimados.

De todas las cosas preocupantes de la política colombiana, tal vez la más grave sean los tiempos: los de la justicia, los de la prensa, los de la memoria.

Tardamos en reaccionar, en exigir, en escuchar.

Y mientras tanto, el daño avanza.

La prensa tiene la responsabilidad de vigilar el poder mientras el poder actúa, no cuando ya es historia.

Si no lo hace, deja de ser contrapeso y se convierte en eco.
Un eco que contribuye a que personajes nefastos como Quintero, por ejemplo, este ahora figurando como posible candidato presidencial.

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