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El alto precio de no entender a China

En tecnología, el error occidental es mayor. Se subestimó la capacidad innovadora de China.

hace 6 horas
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  • El alto precio de no entender a China

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

Una de los más complejos escollos que encontramos los occidentales al intentar interpretar las actuaciones de China en la escena global, al igual que al interior de sus fronteras, es el escaso conocimiento que tenemos de su historia, de sus costumbres, de los principios que guían su conducta y del particular abordaje que hacen de sus dificultades.

Esa falta de comprensión de sus “drivers” no nos permite aquilatar lo que inspira las actuaciones de sus líderes y no nos facilita el análisis de su particular manera de acercarse a la solución de sus problemas. No entenderlos es un inconveniente para diseñar estrategias de relacionamiento con Pekín, pero peor aún, no captar lo que los motiva y la manera en que actúan —lo que muestran y lo que ocultan— nos hace subestimarlos y nos lleva a equivocarnos.

Un ejemplo claro es política hacia Taiwán. Con frecuencia se espera una acción militar inmediata, bajo el prisma occidental de los conflictos. No obstante, China aplica una estrategia gradual de presión diplomática, económica y tecnológica, guiada por la tradición de “ganar sin combatir” que proviene de Sun Tzu, un general, estratega militar y filósofo de la antigua China.La paciencia, más que la confrontación abierta, es su sello. Quien analiza el problema desde una lógica de inmediatez cae en predicciones erradas.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, una herramienta para hacerse presente en el mundo exterior suele interpretarse en Occidente como una estrategia expansionista para generar dependencia financiera en terceros países. Desde la perspectiva china, se trata de una extensión de la Ruta de la Seda, con profundas raíces históricas y culturales, que a la vez responde a necesidades internas: colocar sus excedentes de capacidad industrial y proyectar sus empresas estatales. Ignorar esta lógica, conlleva a malinterpretación de la naturaleza de la iniciativa, nos pone en guardia en su contra y perdemos oportunidades de negociación.

En el plano interno, el férreo control político y social es visto por Occidente solo como autoritarismo. Para los gobiernos chinos, en cambio, representa un instrumento de cohesión en un país con 1.400 millones de habitantes y una historia marcada por guerras civiles y fragmentaciones. El orden y la armonía colectiva, valores que derivan del confucianismo, tienen un peso mucho más decisivo que la libertad individual. Puede que no nos sea dado comprender esta jerarquía cultural y ello conduce a anticipar crisis sociales que rara vez se concretan.

En el terreno de lo macroeconómico un caso ilustrativo es la respuesta que el alto gobierno dio a la crisis financiera de 2008. Mientras Occidente priorizó rescates bancarios y estímulos monetarios necesarios, sin duda, Pekín lanzó un gigantesco programa de inversión en infraestructura. En su momento se consideró un derroche improductivo, pero en la práctica modernizó gran parte del país, consolidó campeones nacionales en construcción y tecnología, y dio a China una ventaja competitiva que hoy resulta evidente a través de su fortaleza exportadora.

En el terreno tecnológico, el error occidental ha sido aún mayor. Durante años hemos subestimó la capacidad innovadora de China, vista como un simple imitador. Hoy el gigante asiático lidera en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, las telecomunicaciones 5G y la transición energética, con empresas como Huawei, BYD o Tencent compitiendo a escala global. Subestimar esta realidad equivale a perder la carrera del futuro.

En suma, desconocer los fundamentos históricos, culturales y estratégicos de China nos lleva a errores de análisis y a respuestas inadecuadas. Solo entendiendo sus motivaciones profundas podremos relacionarnos de manera más inteligente y evitar la trampa de subestimarlos.

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