<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 19 diciembre 2022

Al menos en Navidad ¿podría ayudar a los niños de Ucrania?

Nada se compara a aquellos que entre bombas y balas ven destruido en segundos, a excepción de la esperanza, todo lo que consiguieron gracias a su trabajo y el de sus ancestros.

Por Juan David Escobar Valencia - redacción@elcolombiano.com.co

Margaryta, de 11 años, y su familia intentaron huir apenas inició la invasión en Luganska, pero el ejército ruso bloqueó el camino. La otra opción era hacerlo por el bosque, pero la precaria silla de ruedas de Margaryta lo hacía inviable. Terminaron escondidos en un sótano oyendo las explosiones que su madre Albina intentaba ocultar cantando canciones y contando cuentos de hadas. “Les dije a mis hijos que nada amenazaba sus vidas, así que hicimos planes. Los niños se dormían, pero yo siempre cuidaba mi espalda”.

Artem y Alisa, gemelos de nueve años, disfrutaban de su escuela al sureste de Zaporizhzhia. Permanecían allí entre semana en compañía de grandes maestros, y los fines de semana regresaban a casa con sus padres. Pero como cuenta su madre Svitlana: “un misil golpeó el edificio y solo quedaron ruinas quemadas” y la escuela para niños con discapacidades auditivas ya no existe más. Pudieron huir de Berdiansk, aunque durante medio año Svitlana sufría al oír las explosiones y sirenas que sus hijos probablemente no podían percibir. “Cada vez que ocurría una alarma de aire, les decíamos que el que corriera primero al sótano recibiría dulces. Así que comieron muchos dulces”.

El criminal que ahora dirige al sufrido pueblo ruso, que lastimosamente ha tenido a otros iguales o peores, sabe que su ejército no le dará una victoria militar y como cualquier otro cobarde, espera ganar aniquilando lentamente a los civiles en medio del hambre y del frío invernal que ya se asoma en Ucrania.

Sé que venimos de años difíciles en los que las personas, familias y empresas usamos la mayoría de las energías y ahorros en evitar un retroceso definitivo. Sé que este año en particular el dinero no alcanza como antes y que el año que viene no será muy diferente. Pero nada se compara a aquellos que entre bombas y balas ven destruido en segundos, a excepción de la esperanza, todo lo que consiguieron gracias a su trabajo y el de sus ancestros, huyendo con sus hijos y los recuerdos de sus familiares y amigos asesinados por el ejército ruso, cargando lo que sus manos resisten y sin saber qué y cuándo comerán, y en dónde dormirán esa noche.

Gracias a Unicef y a gente de buen corazón, Margaryta tiene hoy una buena silla de ruedas que le permite hacerlo todo sin la ayuda de su madre, asistir a la escuela, leer su libro favorito o acercarse a abrazar a su hermano Maksym. Artem y Alisa, además de asistencia especializada, tienen audífonos modernos que nunca pensaron que tendrían y, a pesar de sus problemas de audición y de habla, están nuevamente estudiando, “aprenden bien, son inteligentes, activos, divertidos y sociables”.

Como el prójimo puede estar a 11.000 kilómetros de su casa y el único exceso legítimo en Navidad es la generosidad, porque es la manera de imitar al niño Dios que vino a salvarnos, invito a quienes puedan, al menos para esta Navidad, ayudar a Ucrania, particularmente a los 7.5 millones de niños que están en riesgo. Es fácil y seguro. Pueden hacerlo aquí:

https://donaciones.unicef.org.co/emergencia_ucrania?skin=emergency

Si quiere más información:

.