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Columnistas | PUBLICADO EL 15 agosto 2020

A la husma de Dios, idas y venidas

Por Ernesto Ochoa Morenoochoaernesto18@gmail.com

El poeta español Dámaso Alonso (1898-1990), en el prólogo del libro “Escrito a cada instante” (1949), cuyo autor es el también poeta, compatriota y coetáneo suyo, Leopoldo Panero (1909-1962), al hablar del sentido religioso de su poesía, afirma sin ambages: “Si la poesía no es religiosa no es poesía. Toda poesía (directísima o indirectísimamente) busca a Dios”.

Y añade: “Con Dios vamos como esos perros con el amo, que andan siempre y desandan el camino, incansables, gozosos de reconocer, de comprobar la compañía, o que, entretenidos un momento por el brillo de un cristal en un montón de basura, o por el ave que estaba sentada y que de pronto se levantó rasera, dan luego una carrerita, asustados de haber, quizá, perdido para siempre aquella solidaridad, aquella protección del misterioso compañero. ¡Quién podría dibujar las idas y venidas del alma que busca a Dios o a quien Dios está buscando!”

Así vamos por la vida. Y ese descubrir la presencia de Dios en su misma ausencia, termina por abrirnos un postigo al misterio. No es necesariamente una comprobación piadosa o religiosa. Tal vez ni siquiera metafísica. Tampoco teológica, en el sentido de indagación de verdades, dogmas o enunciados acerca de lo divino. Es, simplemente, una experiencia mística. Que la mística no es privilegio de los aristócratas del espíritu o de los superdotados de la santidad, sino de quienes -y creo que somos todos- husmeamos a Dios mientras correteamos por el mundo.

De pronto Dios es, termina siendo, en la vida de uno, de muchos, de todos, “un eco solo en las orillas”. Cito unos versos del citado poema de Panero:

Para inventar a Dios, nuestra palabra/ busca, dentro del pecho,/ su propia semejanza y no la encuentra,/ como las olas de la mar tranquila,/ una tras otra, iguales,/ quieren la exactitud de lo infinito/ medir, al par que cantan.../ Y Su nombre sin letras,/ escrito a cada instante por la espum a,/ se borra a cada instante/ mecido por la música del agua;/ y un eco queda solo en las orillas”. (¿Los recuerdas, Hernando?).

La verdadera religión como búsqueda del misterio es, las más de las veces, vivir la ausencia, mejor la ausente presencia de Dios. No entender esto es la causa de muchos ateísmos. Y también de muchos fanatismos, colectivos y personales. Más peligrosos estos que aquellos.

P.D. Que sea este un aporte personal al homenaje rendido al P. Hernando Uribe Carvajal, amigo y compañero o, mejor, acompañante del viaje. El evento se realizó virtualmente el pasado 4 de agosto en la UPB con motivo de la publicación del libro “El camino de un viajero del espíritu”, sobre la vida y obra del sacerdote carmelita, celícola de Monticelo

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