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Saber si se hace innovación o no, merece un autoexamen profundo. Capaz de decir si se logran ingresos que diversifican fuentes actuales, o ahorros que se traducen en eficiencias. Ese autoexamen es como el de conciencia. Cada quien sabe si cumple, o no.
Innovar reporta tres beneficios: (i) para la empresa que lo logra –mayor ingreso o menor gasto–, (ii) para sus clientes –que perciben beneficios de la empresa que innova–; y por último, (iii) para el ecosistema empresarial donde se favorece. Este último, motivo de énfasis de esta columna.
Un ecosistema empresarial se entrelaza y nutre mutuamente. Una empresa contrata servicios y productos de otra y así sucesivamente hasta lograr un entramado que las vincula a todas entre sí. De acá que no se deba distinguir entre empresas grandes y chicas: todas aportan al ecosistema.
Dentro de ese grupo de empresas hay ejemplos sobresalientes de innovación. Saltan a la vista como ciclistas escapados del pelotón. Saltar a la vista depende del comportamiento del pelotón, que puede decidir alcanzar a los fugados o simplemente dejarlos ir.
De la misma manera, la innovación es relativa al ecosistema. Un ciclista (o empresa) sobresale, si y solo si, logra marcar una diferencia respecto al resto de sus compañeros (ecosistema empresarial). De ahí la necesidad de un pelotón exigente.
De manera correspondiente, y para ejemplificar escenarios empresariales recientes en pandemia, cuando un ciclista se cae en el pelotón (una empresa del ecosistema quiebra), es muy probable que arrastre consigo a varios compañeros junto a él (induzca otras quiebras), dando lugar a un debilitamiento del grupo. Ni al público ni a los competidores les conviene, pues resta competitividad a la carrera, y resta eficiencia al pelotón.
Volviendo a la innovación, los fugados que sobresalen por sus atributos innovadores (simpleza, tropicalización tecnológica, beneficios reales para sus clientes), pueden mantener la distancia relativa al pelotón. Si el fugado es uno solo, es probable que el grupo de ciclistas por su inercia lo alcance más fácilmente –entre los pedalistas del pelotón, pueden alternarse la punta para de manera más eficiente cortar mejor el viento y dar alcance–. En ese caso, la innovación (el fugado) a pesar de su esfuerzo por sobresalir, terminará siendo un destello fugaz. Sin embargo, en la medida en que la fuga sea más voluminosa (tenga más integrantes “la tête de la course”), y favorezca el trabajo en equipo, es más probable que el trabajo del pelotón sea insuficiente para alcanzarlos. En este escenario, unos pocos quedarán definidos como innovadores mientras el resto quedan atrás.
De la misma manera funciona la innovación en un ecosistema empresarial o productivo. Si solo algunos fugados sobresalen por sus capacidades y no cooperan entre sí, el ejercicio de innovación se diluye en el tiempo y todo el ecosistema adopta un mismo estándar. Por el contrario, si en ese ecosistema se favorece un ambiente cooperativo, donde en principio unos pocos ciclistas fugados son capaces de motivar al pelotón al alcance, y dentro de la fuga se favorece la cooperación como para hacer la carrera más exigente, es claro que el ritmo de carrera será otro, el público se entusiasmará con la competencia y sin duda alguna los competidores lograrán resultados más competitivos, no solo individuales, sino para todos como participantes del ecosistema empresarial en competencia.
La innovación se depura y se favorece cuando tiene lugar en un ecosistema empresarial y productivo aquiescente a la innovación, corre riesgos al implementarse de manera individual porque cualquier destello, termina siendo fugaz. Así, es mejor fortalecer un entramado productivo innovador en el que cada miembro compita y coopere para favorecer mejoras y eficiencias para todos en el ecosistema.