Antes de venir a Medellín, Josh Sweetnam estuvo viendo videos y escuchando comentarios de otros profesionales extranjeros que habían visitado la ciudad; sabía que era una tierra bella pero entendió que había que tener precaución en ella.
“Escuché muchas historias de la escopolamina, pero no estoy aquí para hacer las cosas que te llevan a cruzarte con este tipo de gente, me gusta esta ciudad”, narró.
Es oriundo de Escocia y apenas pasa los 30 años de edad, se dedica a la compraventa de empresas especializadas en el comercio online, puede laborar desde cualquier parte del mundo, solo necesita un computador y una buena red de conexión a Internet, él es de esos visitantes que hoy día llaman nómadas digitales, pues se mueven por todo el mundo mientras trabajan y sus estancias son más largas que las de un turista común.
Es precisamente por su larga estadía que, según las cuentas de quienes les ofrecen los servicios de alojamientos, pueden dejar hasta 15 veces más dinero que quienes se quedan una semana o dos.
Este perfil de huésped llegó de manera sorpresiva, nadie en Medellín se estaba preparando para atraerlos y alojarlos. Las entidades encargadas de promover la ciudad internacionalmente estaban concentradas en los clientes tradicionales: vacacionistas y viajeros corporativos.
En 2020, la pandemia les enseñó a las empresas y a los trabajadores que no era necesario pasar todo el día en una oficina para cumplir con las tareas. Además, después del encierro preventivo, las ganas de viajar, pasar fronteras y descubrir nuevos destinos aumentaron significativamente.
En un abrir y cerrar de ojos, el tránsito de esos viajeros se disparó y Medellín aparecía entre las mejores ciudades para recibirlos. De acuerdo con Nomad List, finalizando 2023, la capital antioqueña fue la segunda mejor en Latinoamérica.
Cuando llegó el boom
Los nómadas digitales son un público que llegó con unas necesidades muy particulares y la ciudad todavía no ha terminado de pulir la oferta de alojamiento para ellos, al menos así lo concluyen varios expertos del sector hotelero e inmobiliario.
Los nómadas digitales quieren pasar una estancia superior a la de un turista convencional —e inferior a la de un arrendatario nativo— pero al llegar se encontraron con una primera piedra en su camino: cuando quieren tomar un apartamento en alquiler, descubren que el contrato tiene que firmarse por un año y les exigen llevar un codeudor.
Es una situación ridícula para ellos, dado que en las otras grandes urbes la tarjeta de crédito es la que respalda la deuda, no hace falta nada más.
Pero aun cuando logran solucionar el tema del codeudor, entonces se encuentran con apartamentos sin amoblar o sin la red apropiada para conectarse y trabajar.
Tan pronto como le consultaban al arrendador si cuentan con cable de fibra óptica última generación, les contestan que no. Y esa sí es una dificultad grande para muchos de ellos, sin esas especificaciones no pueden conectarse a los servidores de sus empresas en el país de origen.
Pese a los contratiempos logísticos, estos visitantes siguieron llegando y los inversores del sector hotelero vieron una oportunidad de negocio. Sin embargo, tienen que acondicionar edificios que garanticen aspectos como espacios para laborar y realizar reuniones remotas.
Reinventándose
El buen ingenio paisa —ese que está puesto al servicio del desarrollo social y el emprendimiento— nunca duerme y los medellinenses entendieron el reto; hay que mejorar la oferta para estos clientes que llegaron de imprevisto.
Raúl Sánchez es cofundador de Kiin Living, un edificio inaugurado en diciembre del año pasado y en él le dieron vida al concepto de all inclusive living, en español quiere decir vivienda con todo incluido.
Sánchez detalló la oferta que diagnosticó en medio del boom con los nómadas digitales. Además, compartió su visión sobre cómo debería evolucionar.
“La ciudad se divide en un montón de edificios no preparados, se rentaban unidades de manera independiente por Airbnb. Luego, hay una oferta hotelera concentrada en dos segmentos: uno ejecutivo, que es para nada amigable, habitaciones donde literalmente alguien que pase más de un mes se puede deprimir porque no hay ventanas ni balcones, tú no puedes vivir en una habitación de 19 metros cuadrados”, comentó.
“Por otro lado —añadió— están los hoteles de lujo, pero estamos hablando de costos que para un nómada digital van entre US$7.000 y US$9.000 mensuales”.
En medio de ese escenario, Sánchez detalló que, junto a su socio, Juan José Aramburo, identificaron ese vacío en el mercado y llegaron a una conclusión: “Tiene que existir un proyecto que pueda rentarle a las personas por meses sin necesidad de llegar a contratos de un año y sin necesidad de llegar a tarifas diarias”.
Este inversor habla con conocimiento de causa porque ha vivido como nómada digital y estuvo en San Francisco, Nueva York, Barcelona y Playa del Carmen; en todas residió por un lapso de mes y medio.
“No hubo una sola ciudad a la que yo llegara y el ecosistema estuviera bien construido, ¿por qué? Porque el concepto de co-living (vivienda compartida) nace por la necesidad de alojamiento que tienen los estudiantes, quienes necesitan compartir cuartos para hacer la vida un poquito más económica”, señaló.
“El co-living —agregó— es impulsado en Europa por viviendas con siete u ocho habitaciones, en las que se comparten espacios comunes como sala y cocina. Eso está bien para una persona joven y estudiante, pero en el mundo en el que nosotros nos movemos, que es un mundo de mini empresarios que están saliendo a montar su negocio, no hay un ecosistema con restaurantes, café, barberías, salones de yoga, terraza y spa.”
Después de ese trabajo de observación internacional, el cofundador de Kiin Living concluyó que la ciudad para levantar el proyecto era Medellín, entre muchas otras cosas, por su costo de vida y su franja horaria, cercana a ciudades estratégicas en EE. UU.
Josh Sweetnam, el nómada escocés que habló con EL COLOMBIANO, confirmó que una de las ventajas competitivas aquí es el precio de los arriendos y de los demás servicios que buscan los viajeros como él, incluida la comida y la recración en centros comerciales.
Juan José Aramburo hizo notar que “la mayoría de los nómadas que llegan acá son estadounidenses, y en EE. UU. No hay opciones de vivienda en ciudades capitales por menos de US$5.000. Entonces ellos empiezan a mirar nuevas posibilidades y encuentran a Medellín, un destino exótico con buen clima y gente amable. Les gusta tanto, que se convierte en la ciudad del mundo con mayor cantidad de nómadas digitales por cada 100.000 habitantes”.
El perfil de los nómadas
Como se había mencionado, los nómadas digitales no son turistas corrientes que vienen a pasar una semana de vacaciones y se van. Son, en esencia, profesionales y empresarios jóvenes con buenos ingresos que quieren caminar el mundo mientras laboran.
Es por ello que no son el público objetivo para las rentas cortas, que son apartamentos amoblados en edificios residenciales y que se alquilan por tres o cuatro noches, aunque por la falta de edificios co-living terminan alquilando apartamentos que hasta hace un año o dos estaban destinados al arrendamiento tradicional de un año (ver módulo).
Los datos compartidos por los fundadores de Kiin Living hablan de personas con ingresos anuales que rebasan los US$200.000, cifra que al cambio de hoy sería unos $800 millones colombianos.
Tienen remuneración de economías desarrolladas para gastar en países emergentes, ese es uno de los motivos por los que disfrutan asentarse afuera de EE. UU. o Europa, dejan parte de esa riqueza entre los comercios, el transporte, los operadores turísticos y los restauranteros locales.
Sánchez detalló que “son empresarios independientes, la mayoría están en el sector digital o de inversiones. Tenemos personas que vinieron a invertir en el sector de aguacate y en extracción de petróleo. Inclusive, están haciendo sus estudios en la costa, pero su sede es Medellín y toman vuelos diarios. Entonces mira el despliegue de servicios que eso acarrea”.
Solo por la estadía en el co-living pagan entre US$1.800 y US$4,000 por mes, o sea que pueden cancelar hasta $16 millones a cambio de 30 días en el apartamento.
“Hay estudios de Procolombia y ellos estiman el gasto semanal de un turista común en US$1.650, eso incluye su alojamiento, las comidas o el tour que hagan. Para que tengamos la proporción, nuestros nómadas digitales se están quedando en lapsos de 180 a 200 noches”, indicó Sanchez.
“Ellos —dijo— están gastando en promedio, cuando hacemos las firmas de los contratos acá, US$2.000 adicionales a la semana y muchos de ellos pagan oficinas, equipos de trabajo y asistentes. Si nosotros hacemos el cálculo de lo que se van a gastar con nosotros, esas 300 noches son unos US$30.000, es muchísimo más de lo que se gasta un turista normal”.
En el edificio de Kiin Living, actualmente se están generando 30 empleos en zonas como el café, el restaurante, el Spa y en todas las demás categorías de servicio.
Que no se marchite
Un estudio de la firma Breakthrough encontró que a Medellín están ingresando cerca de 8.300 nómadas digitales al mes. Y con un gasto promedio como el que están desplegando, se diría que la capital antioqueña encontró oro sin buscarlo.
Ahora bien, los actores formales del sector turístico coinciden en que se deben ajustar varias tuercas para que siga fluyendo ese chorro.
La lista de tareas empieza con la infraestructura para acoger a estos viajeros, pues aunque no hay datos oficiales, los edificios que realmente son co-livings todavía son insuficientes y muchos de los nómadas terminan arrendando apartamentos que pueden ser ocupados por la población residente. Es decir, es necesario ampliar la oferta y de esa manera se evitaría ese desplazamiento del nativo que se denomina gentrificación.
En esa misma línea, otro inversor que habló con este diario consideró que hace falta regular y vigilar a todos los actores que estén arrendando espacios para rentas cortas o para estadías más largas, como las que prefieren los nómadas digitales.
En eso coincidió Aramburo, quien aseveró que “también tenemos que cuidarnos de los malos turistas, que no creo que lleguen a ser ni el 10% de los que vienen, pero ¿cómo hacemos para vigilarlos y denunciarlos? Con buenos procesos de registro. Los que estamos en este sector no podemos venderle el alma al diablo por ganar más plata, porque las malas historias se están presentando cada semana”.
“Ese mal —dijo— ya lo han padecido muchos lugares antes, entonces entendámoslo y actuemos, porque el día que eso se nos salga de control, cuando salgan más artículos con este tipo de casos, desde EE. UU. van a decir que hay alerta naranja, luego alerta roja y la primavera se acabó”.
Desde su óptica, si a la ciudad ya ingresan 1,3 millones de viajeros internacionales, se necesita una policía del turismo: “No estoy diciendo que la tiene que pagar la Alcaldía, que nos la cobre a los hoteleros y a los edificios de nómadas digitales, que me cobren un dólar por noche de cada usuario o algo por estilo”.
Sandra Restrepo, directora de Cotelco Capítulo Antioquia, había hecho un llamado a la Alcaldía durante el más reciente congreso de este gremio para que aumente la vigilancia e inspección en todas las viviendas turísticas y apartahoteles de la ciudad, toda vez que, a su juicio, los controles actualmente se concentran en los establecimientos que tienen los letreros visibles.
En general, hoteleros, inmobiliarios, inversores y operadores turísticos creen que la tendencia apenas está empezando, pero hace falta crear las condiciones para mantenerla.
Rentas cortas también deben estandarizarse
Solo el año pasado, según el Sistema de Inteligencia Turística, a Medellín entraron 1,3 millones de extranjeros por el Aeropuerto Internacional José María Córdova. Y aunque el boom turístico por momentos haría pensar que todos los visitantes son iguales, lo cierto es que no; todos los que llegan vienen impulsados por el creciente apetito de los viajes recreativos, pero hay diferencias. Como se mencionó en el texto principal, el nómada digital viene para quedarse más de 30 días, el visitante común viene por tres o cuatro noches. Sin embargo, ambos presionan la oferta inmobiliaria en la ciudad, pues los apartamentos que estaban dedicados a los arrendamientos de un año, ahora se alquilan para este público internacional, que puede ser de perfil común o profesional que trabaja de manera remota. Alberto Rodríguez, CEO de Century 21, indicó que los edificios destinados a los apartamentos turísticos deberían profesionalizarse. Es decir, se hace necesario que tengan un operador que se encargue del registro de quienes alquilan y sus acompañantes, pues de otro modo no es posible proteger completamente a esos visitantes ni a los residentes.