En dos años un grupo de 33 hombres y 14 mujeres excombatientes del frente 58 de las Farc, que llegaban desde Tierra Alta, Córdoba, levantaron 42 casas, abrieron cuatro kilómetros de carretera para comunicar a la vereda San José de León, su nuevo caserío en Mutatá, Urabá antioqueño, con la vía Turbo-Medellín e iniciaron un proyecto piscícola con la convicción de construir una nueva vida y avanzar en su apuesta hacia la paz.
Sin conocer las tierras del Urabá ni a sus habitantes, estos excombatientes juntaron los $2’600.000 que les dio el Gobierno Nacional de auxilio y compraron una parcela de 21 hectáreas en la vereda, cuyas tierras fueron la base para construir su proyecto productivo: 56 estanques para criar pescado —42 individuales o familiares y 14 colectivos—.
Producción con sabor a paz
A San José de León se llega internándose en la Serranía de Abibe, la que conecta los departamentos de Antioquia, Córdoba y Chocó, por una carretera destapada que se adentra en las montañas, que conservan una gran variedad de flora y fauna; las aguas claras y frías del río La Fortuna bordean la vereda y es esa riqueza hídrica la que ha permitido que la piscicultura se abra camino en ese lugar.
“Desde que llegamos a esta zona tuvimos la idea de trabajar con piscicultura porque en esta región podíamos aprovechar las aguas, que es una de nuestras mayores riquezas”, afirmó Lilia Tavera Mendoza, alias ‘Adriana’, una de las mujeres excombatientes que ayuda con el trabajo en los estanques de peces.
Subiendo del caserío, a unos 10 minutos, están los 14 estanques colectivos: en cuatro de ellos se siembran los alevinos (las crías recién nacidas de los peces), que traen desde Planeta Rica, Córdoba. Según Tavera, cada 15 días pueden sembrar hasta 6.500 crías de tilapia roja, yamú y cachama: “Después de ese tiempo, en un mes, más o menos, pasamos los alevinos a otros estanques en donde los dejamos engordar unos seis meses hasta que den el peso y la talla, que en promedio es de 250 a 300 gramos, para poder comercializarlos”, dijo.
El proyecto comenzó con la construcción de los pozos y ahora ya tiene un tanque acumulador de agua, mangueras para distribuirla y geomembranas (para evitar las pérdidas de agua por infiltración y la migración de contaminantes), dado lo arenoso del terreno.
Actualmente, el proyecto cuenta con cuatro administradores: uno es el encargado de llevar la contabilidad y hacer los informes respectivos, y tres de vigilar día y noche los estanques y cuidar a los peces de los depredadores de la zona como el águila, el martín pescador y las nutrias.
Comercio, punto de quiebre
A pesar de los vientos fuertes y los abundantes árboles, el calor de esa zona del Urabá se hace más intenso a medida que avanza el día. En un kiosko redondo de madera y paja, que queda detrás de unas casas campesinas que se conectan por medio de los mismos caminos que conducen al río La Fortuna, Jhoverman Sánchez, más conocido como alias ‘Rubén Cano’ o ‘Manteco’, antiguo comandante del frente 58 de las desmovilizadas Farc, atiende sus reuniones.
Su sonrisa apenas sale y su ceño fruncido lo hace parecer un poco serio. Sánchez es uno los excombatientes que más ha reafirmado su compromiso con la paz, por lo que su principal llamado —y preocupación— es que se apoyen más los proyectos productivos que permiten la reinserción económica de los reincorporados.
“Son muchos los proyectos que se quiebran, no porque no produzcan, sino porque no tienen cómo entrar en el mercado. Y si lo logran, es a unos precios que no son justos y que no permiten seguir produciendo”, expresó.
Entre los costos de producción del proyecto tienen un presupuesto de inversión de $5.500 a $6.000 por cada kilo de pescado; sin embargo, estos costos varían dependiendo las exigencias del mercado.
“Debido a la pandemia paramos todo, hasta la surtida de los peces. Apenas volvimos a arrancar y ya este mes tenemos para vender los primeros 6.000 pescados. Ya estamos negociando con el Éxito. Queremos demostrar que vendemos calidad”, agregó Sánchez.
Este grupo de excombatientes también está en conversaciones con el coronel José Luis Bastidas, comandante de la Décimo Séptima Brigada del Ejército, para ser sus proveedores de pescado: “Hicimos una carta al Fondo Rotatorio del Ejército para ver la posibilidad de que la brigada nos compre los pescados. Si eso se da, sería magnífico. Además, sería un buen mensaje: militares consumiendo lo que exguerrilleros están produciendo”, apuntó Sánchez.
El propósito a futuro del proyecto piscícola es llegar a tener 60.000 peces en los 10 estanques grandes. Por ahora, la cantidad de pescados frescos para vender llega a tonelada y media, y esperan que en abril o a finales de marzo lleguen a las cuatro toneladas.
El ascenso y los tropiezos
El buen desempeño del sector agro en Colombia estuvo impulsado principalmente por la pesca y acuicultura que, según las cifras del PIB reveladas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), tuvo un crecimiento de 22,1 %, el cual obedeció a que en 2020 se registraron cifras récord en exportaciones piscícolas, superando por primera vez la barrera de 12.000 toneladas y las ventas por más de 70 millones de dólares.
Laura Valdivieso, viceministra de Comercio Exterior, le dijo a EL COLOMBIANO que, en gran medida, las exportaciones piscícolas del país tuvieron una buena dinámica gracias al aumento de la demanda de las distintas clases de tilapia en Estados Unidos, que es el principal destino de esta clase de exportaciones: “El 94 % de las ventas externas del sector se dirige a este mercado, hacia donde aumentaron 29,5 %”, dijo.
Según César Pinzón, director ejecutivo de la Federación Colombiana de Acuicultores (Fedeacua), para este año se proyecta un crecimiento del 10 % del sector piscícola: “Continuamos con una alta demanda del producto, no será igual a lo que crecimos en 2020, pero nos estamos preparando en mejorar la productividad”, dijo a este diario.
Pinzón también agregó que entre las principales dificultades en la piscicultura colombiana están la informalidad, las importaciones y el poco valor que se le da al pescado nacional.
“La informalidad no deja entrar los productos de los emprendimientos a la federación, por lo que no pueden tener las certificaciones internacionales para exportar. Otra de las dificultades es que importamos mucho pescado y no le damos el valor que requiere el nuestro. Además, desconocemos que la piscicultura ha logrado generar unos 50.000 empleos directos y 150.000 indirectos”, dijo.
Por su parte, Juan Gonzalo Botero, viceministro de Asuntos Agropecuarios, en diálogo con EL COLOMBIANO, expresó que uno de los retos que actualmente enfrenta el sector es el proceso de domesticación del Pangasius, un pez que tiene una demanda insatisfecha en Estados Unidos y la Unión Europea: “Si logramos que se apruebe su domesticación, Colombia tendría muchas más expectativas en el sector acuícola y pesquero”.
Los impulsos
EL COLOMBIANO consultó con Nicolás Del Castillo Piedrahita, director de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), sobre las ayudas o convenios para impulsar proyectos productivos como el de los excombatientes en San José de León. Ante la consulta, Del Castillo afirmó que actualmente tienen un proyecto para asociaciones, cuyo objetivo es apoyar con insumos como alevinos, alimentos, motobombas, equipos para medición de oxígeno, peachímetros y lo demás que se requiera, siempre y cuando se cumplan con tres condiciones: ser una asociación, estar constituida como artesanal y estar formalizada.
“También tenemos un programa que se llama ‘Cosecha y venda a la fija’, el cual busca a pescadores y acuicultores que deseen un enlace comercial para firmar contratos de acuicultura, en los cuales se les asegura la compra del producto y se disminuyen los intermediarios. Aquí la única condición es estar formalizados”, dijo Del Castillo.
Ante este panorama, Pinzón, por su parte, afirmó a este diario que desde Fedeacua abren sus puertas para que los excombatientes lleven su proyecto piscícola y desde allí se analice en qué área se debe trabajar para potenciar su incursión en el mercado nacional e internacional.
Entre los estándares que deben cumplir los pescados producidos en el país para ser exportados, la viceministra Valdivieso aseguró que, dentro de los requisitos, el Invima señala que debe ser una planta objeto de inspección, vigilancia y control por parte de la entidad; contar con código de planta exportadora que otorga este instituto; tener certificado HACCP, lo cual es un exigencia internacional para el comercio de productos de la pesca y acuicultura y dar cumplimiento a la normativa sanitaria específica del país de destino.
“Igualmente, se debe cumplir con las certificaciones BAP y Global Gap, pero es importante mencionar que, de acuerdo con el mercado de destino, se pueden requerir otras certificaciones especializadas. Para esto es importante el plan de trabajo con ProColombia, con el fin de validar estos requisitos en el alistamiento de las compañías y aprovechar los recursos de las convocatorias de Colombia Productiva para la financiación de estas certificaciones”, puntualizó Valdivieso.
El camino es largo
“Los proyectos en los pobres fracasan porque podemos cultivar, pero nos pegamos en la comercialización”, es una de las conclusiones a las que llegó ‘Adriana’ Tavera cuando hablaba sobre las dificultades que enfrentan. A esta preocupación también se sumó la de Suárez al afirmar que, aún con todos los esfuerzos realizados, no tienen capacidad competitiva, por lo que el apoyo estatal es indispensable.
Según Andrés Stapper, director general de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, a la fecha hay más de 86 proyectos productivos de carácter colectivo de reincorporados, que benefician a unas 3.353 personas: “Estamos hablando de unas inversiones de más de $62.000 millones, más 6.000 excombatientes que ya ven en eso una opción de generación de ingresos en la legalidad”, aseguró a EL COLOMBIANO.
En cuanto al proyecto de San José de León, Stapper afirmó que las negociaciones con almacenes Éxito están avanzando: “Hemos venido realizando un proceso de acercamiento con el Éxito, donde ya creo que habrá unos resultados muy importantes en temas de comercialización del pescado para esta época del año. Con la Aunap se gestionaron todos los permisos y también contamos con distintos colaboradores como Paso Colombia”.
El camino que debe recorrer el Estado colombiano para la reincorporación económica de los excombatientes de las Farc aún es largo. Según cifras de la ARN, el 51,1 % de los excombatientes aspira tener un proyecto productivo individual; el 33,9 % uno colectivo; el 22 % uno familiar y solo el 4,7 % quiere insertarse en el mercado laboral.
Este escenario, para la Fundación Ideas para la Paz, refleja que, aunque son valiosos los aprendizajes adquiridos por el Estado colombiano en materia de generación de capacidades de empleabilidad de los excombatientes, se requiere de un esfuerzo significativo de innovación para asegurar que las apuestas de sus emprendimientos rurales puedan consolidarse como unas fuentes de ingreso sostenibles en el tiempo.
Por ahora, tanto Jhoverman Suárez o ‘Rubén Cano’, como Lilia o ‘Adriana’ Tavera y el resto de excombatientes que incluyeron la piscicultura en sus proyectos de vida, esperan superar ese obstáculo de la comercialización y que sus productos lleguen a la mesa de muchos colombianos y extranjeros. Una apuesta de paz desde San José de León, Mutatá, donde cambiaron los fusiles por estanques llenos de peces.
6.000
pescados esperan vender los excombatientes en la primera producción de este año.
22,1 %
fue el impulso de la pesca y acuicultura al crecimiento del PIB del sector agro en el país.