Un susto de principiante, esos que dan cosquillas en el estómago por no tener antecedentes frente a lo que se iban a enfrentar, fue lo que sintió el entonces presidente del Banco Industrial Colombiano (BIC) Javier Gómez Restrepo, cuando hace dos décadas él y su equipo decidieron ir con toda para hacer su debut en el mercado neoyorquino de Wall Street, a pesar de las advertencias de algunos inversionistas, preocupados con la crisis del tequila en México ocurrida en 1994 y que dejó a los latinos en problemas.
La consigna era clara, el banco necesitaba recursos para crecer, aumentar su capital de trabajo, hacer inversiones en tecnología y comenzar su plan de expansión, pero no lo podía hacer solo y por eso con audacia emprendió un camino de vértigo, yendo más allá de la normativa colombiana para que la exigencia internacional del mercado fuera la que pusiera las reglas de juego, con exigencias de gobernanza, claridad en las cuentas y en las metas a seguir.
Aunque para conseguir recursos existía la emisión de acciones ordinarias, preferenciales, de bonos ordinarios o de bonos convertibles en acciones y dados los montos requeridos, existía un recurso que en Colombia nunca se había usado y era el de salir al mercado externo para capitalizarse bajo la figura de ADR’s.
Claro está que era algo que tenía que darse con el acompañamiento de un experto, que en este caso fue JP Morgan como banca de inversión.
Por eso Gómez Restrepo y su presidente de Junta, Jorge Londoño Saldarriaga, iniciaron un periplo de varios días que los llevó a centros financieros como Nueva York, Londres, Edimburgo (Escocia) y Berlín (Alemania) en búsqueda de inversionistas de alto perfil que creyeran por la apuesta que tenía la entidad.
Con un excelente manejo del inglés y su habilidad financiera para convencer a los inversionistas, Londoño era quien hacía las exposiciones a los extranjeros y junto a Gómez conformaban una dupla clave que con su equipo asesor preparaban los informes que repasaban en el avión privado que tuvieron que conseguir para cumplir las citas pactadas.
“Esa agenda nos obligó un día a desayunar en Berlín (Alemania), almorzar en Londres (Inglaterra) y cenar en Nueva York (E.U.)”, recuerda Gómez Restrepo.
Incluso utilizaron el Concorde para viajar más rápido y lograr asistir a las citas entre continentes, a donde tenían que exponer en otro idioma y además tenían que cambiar el formato de balances porque era diferente al de Colombia.
“Hubo que reorganizar el balance financiero del banco para que lo pudieran entender en el mercado internacional”, algo que apenas se está haciendo 20 años después con las normas contables Niif.