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Científicos descubren que la papa evolucionó del tomate hace 9 millones de años

El hallazgo, publicado en Cell, detalla por primera vez cómo esa hibridación dio origen al tubérculo, la estructura que hizo de la papa uno de los cultivos más relevantes a nivel global.

  • Variedades de papa y tomate cultivadas, descendientes de especies domesticadas en los Andes, hoy forman parte esencial de la dieta global. FOTOS Juan Antonio Sánchez
    Variedades de papa y tomate cultivadas, descendientes de especies domesticadas en los Andes, hoy forman parte esencial de la dieta global. FOTOS Juan Antonio Sánchez
13 de agosto de 2025
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Hace nueve millones de años, en las alturas de los Andes, un cruce inesperado entre el linaje del tomate y una planta silvestre llamada Etuberosum dio origen a uno de los alimentos más consumidos en el planeta: la papa. Y un nuevo estudio publicado en Cell reconstruye con precisión este episodio evolutivo y demuestra que, sin la intervención genética del tomate, esos vegetales que hoy alimentan a millones de personas nunca habrían existido.

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Según explicó el investigador Sanwen Huang, del Instituto de Genómica Agrícola en Shenzhen, “el tomate es la madre y el Etuberosum es el padre”, así que el hallazgo, respaldado por el análisis de más de 450 genomas de papas cultivadas y 56 especies silvestres, confirma que la papa moderna es el resultado de una hibridación única que permitió la aparición de un nuevo órgano vegetal: el tubérculo.

Un cruce que cambió la historia

El Etuberosum, aunque similar a la papa en su aspecto superficial, carece de tubérculos y presenta delgados tallos subterráneos. El tomate, por su parte, nunca desarrolló estructuras para almacenar almidón, pero comparte un perfil genético notablemente cercano. El estudio identificó que cada planta aportó un gen clave: el tomate, SP6A, capaz de iniciar la formación de tubérculos; el Etuberosum, IT1, responsable de modificar el crecimiento de los tallos. Ninguno de estos genes, por separado, podía producir la estructura característica de la papa, pero juntos desencadenaron el proceso biológico que transformó tallos delgados en órganos cargados de nutrientes.

Sandra Knapp, botánica del Museo de Historia Natural de Londres y coautora de la investigación, lo resume así: “Siempre supimos que estos linajes estaban emparentados, pero cada gen parecía contar una historia distinta. Este trabajo nos permitió finalmente entender cómo encajan las piezas”.

Adaptación y expansión

Ahora bien, el nuevo híbrido no solo heredó características genéticas complementarias, también ganó resiliencia. Los tubérculos almacenan energía suficiente para soportar inviernos y sequías, y permiten a la planta reproducirse sin necesidad de semillas ni polinizadores, y preciso esas ventajas fueron las que facilitaron su adaptación a entornos de gran altitud durante el levantamiento de la cordillera andina, impulsando su diversificación.

A lo largo de miles de años, comunidades indígenas de los Andes domesticaron numerosas variedades, seleccionando aquellas con tubérculos más grandes y sabrosos. “En los Andes hay cientos de tipos de papa; en Europa tenemos apenas unas cinco variedades, todas de una sola especie: Solanum tuberosum”, señala Knapp.

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Y es que la llegada de la papa a Europa, en el siglo XVI, marcó un cambio profundo en la alimentación global, pues aunque inicialmente despertó recelo —por crecer bajo tierra y no figurar en textos religiosos—, su alto valor nutricional y resistencia a climas adversos le aseguraron un lugar como cultivo básico junto al maíz, el trigo y el arroz.

Walter De Jong, genetista vegetal de la Universidad de Cornell, citado por Scientific American y quien no participó en la investigación, destaca que este trabajo “aporta una pieza clave para entender qué hace que una papa sea una papa”.

Mirando al futuro

La relación entre la papa y el tomate, sin embargo, no es solo un asunto del pasado. La distancia genética actual impide una hibridación natural, pero los investigadores ya experimentan con técnicas para transferir genes de un cultivo al otro. “Estamos probando introducir IT1 y otros genes necesarios de la papa en el tomate, para que pueda desarrollar tubérculos”, explica Huang.

Si estos ensayos prosperan, el tomate será parte del origen de la papa y de su porvenir, abriendo la puerta a nuevas variedades y usos agrícolas.

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