En la semana del 25 de septiembre la campaña electoral en Medellín llegó a un punto de inflexión; quedó en evidencia la implementación criolla del manual de Maquiavelo que señala que todo se vale para llegar al poder.
Fue entonces cuando Daniel Quintero se reunió con varios directores y editores de medios de comunicación en Bogotá para decirles que iba a renunciar a la Alcaldía. La información llegó a Medellín como un rumor que se concretó a las 11:30 de la noche del sábado 30 de septiembre, cuando dijo que eso era todo, que se iba a hacer campaña en favor de Juan Carlos Upegui, el primo de su esposa Diana Osorio.
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Era bastante evidente que para ese momento la campaña de Upegui no terminaba de despegar como Quintero quería, pues todas las encuestas lo fijaban con el 15 por ciento de intención de voto, mientras tanto Federico Gutiérrez llegaba al 60 por ciento.
Quintero entonces se arrojó a la calle, pese a la deshonra a la que se sometía, para empujar a su pupilo. Pero hoy, 29 días después, parece que su estrategia no dio resultado, pues Gutiérrez llega al día de las elecciones con más de 70 puntos de favorabilidad según Invamer, y Upequi no sobrepasa el 12 por ciento.
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Los medellinenses no solo asistieron en este tiempo a una campaña bastante sucia, de ataques por lo bajo y mentiras, también la evidencia de que la Alcaldía estuvo usando, al parecer, el presupuesto público para empujar a Juan Carlos Upegui. Hace un par de meses, por ejemplo, se conoció que dentro de un contrato de la Administración con la Universidad Nacional por 9.000 millones de pesos se habría hecho publicidad, videos y piezas de campaña en favor de Independientes. Quizá la renuncia de Quintero lo que hizo fue confirmar ese apalancamiento en el dinero público.
Solo hace unos días, varios empleados de la Alcaldía denunciaron que los estaban obligando a repartir el periódico El poder de la verdad, un medio del que se imprimieron 1.200.000 copias y que se ha presentado como un balance de lo que hizo- Quintero —con más de una imprecisión, dato inflado o dudoso—, pero que en realidad se convirtió en una pieza para hacerle fuerza a Upegui en las elecciones. Pero la estrategia parece que salió al revés, pues el candidato de Independientes cae y Federico crece.
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Hoy, después de una campaña que ha escandalizado a los paisas y ha sido reseñada por los medios más importantes del país, Federico parece que se va a coronar como ganador de las elecciones, en un contexto que implicaría un rechazo absoluto a lo que hizo Daniel Quintero en sus cuatro años de paso por la Alpujarra.
La campaña sucia
Con la salida de Quintero a las calles de la ciudad, empezaron a salir una serie de videos de su campaña que parecían sacados de producciones pensadas para generar un impacto en las audiencias y que podían ser catalogadas como estrategias de campaña sucia.
El primero de estos videos fue un supuesto intento por atropellarlo a él, cosa que le endilgo al supuesto odio de los seguidores de Federico Gutiérrez, que ha estado punteando por mucho en todas las encuestas. El conductor del vehículo habló para Blu Radio y aseguró que en ese momento todo fue muy confuso, pues había una gran multitud en la calle y Quintero se le atravesó.
Luego, apareció un video donde un hombre le tiraba un chorro de cerveza a Quintero, y entonces el exalcalde le decía que aprendiera a ser frentero, justo como era él, y no como “Fico”, quien actuaba por las espaldas, con esa frase entonces hacía un señalamiento en contra del excandidato presidencial. Lo extraño del video es que la escena fue grabada desde varios ángulos, en tomas perfectas para encuadrar la supuesta afrenta y con un audio de nitidez asombrosa.
Por esos mismos días, denunciaron a un supuesto atacante que en una calle salió con un cuchillo en la mano para sacarlos de un barrio, pero nunca hubo una denuncia formal y no se comprobó que el hombre de verdad tuviera de verdad un arma blanca en la mano.
Fue extraño que con Quintero en las calles aparecieran estos videos, pues para nadie es un secreto que el exalcalde es un experto para sembrar narrativas en redes sociales a través de videos, imágenes y hashtags, todo empujado con un ejército bodeguero que ha sido documentado por EL COLOMBIANO y otros medios de comunicación.
Hay que recordar que un análisis a la cuenta de Twitter de Quintero, reveló que más del 50 por ciento de sus seguidores o están inactivos o tienen comportamientos anormales, de programa de computadora y no de seres humanos.
La llegada de los videos para atacar al contrincante fueron un espejo de lo que pasaba en las calles, donde tanto Juan Carlos Upegui como Albert Corredor fueron los reyes de las vallas, incluso superaron los topes de pasacalles que se pueden instalar por comuna en la ciudad. Además, más de un candidato al Concejo aseguró que sus piezas publicitarias desaparecían o encima les colocaban los carteles de Upegui o Corredor.
Por otro lado, la campaña sucia se enfocó en señalar a Federico Gutiérrez en supuesto aliado del narcotráfico o de los contratistas de Odebrecht. Mientras Quintero, sin ser candidato, también sufrió ataques como la valla del candidato Jaime Mejía donde se le señalaba de “rata”.
Pero el ambiente y los montajes terminaron de subir de tono cuando llegaron los debates. Uno de los momentos más difíciles fue el enfrentamiento entre Felipe Vélez y Albert Corredor en la Universidad CES, cuando el primero increpó al segundo por la masiva asistencia de sus supuestos seguidores. Vélez le dijo a Corredor que se trataba de contratistas y que por tanto era un corrupto y la respuesta entonces no pudo ser más destemplada: “De malas, de malas (...) Sáquelos”.
Días después en Eafit, Corredor y Federico Gutiérrez tuvieron que sentarse uno al lado del otro, y Corredor fue bien preparado, pues se encargó de decirle de todo al exalcalde y de grabarlo con un micrófono oculto. Entre los dos el insulto más bajito fue llamarse bandidos.
Luego, en ese mismo espacio, Upegui increpó a un hombre que supuestamente estaba grabando a su equipo de campaña y, temerario, dijo que los querían convertir en falsos positivos, para luego agregar que la grabación venía de la gente de Gutiérrez.
Pero el colmo de todo llegó con la trifulca que los seguidores de Albert Corredor montaron en el mall del Este hace un par de semanas. En la escena, también replicada en redes sociales, se vio la gran camioneta con que el candidato hizo campaña, se vieron sillas volar y supuestamente un hombre armado. Rápidamente tanto desde las redes de Corredor, como desde las de Daniel Quintero, se dijo que todo era culpa de Federico Gutiérrez. La verdad es que en ningún video se vio prueba de ese argumento.
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En EL COLOMBIANO publicamos en ese momento que algunos analistas consideraban que se trataba de una estrategia para ir sembrando la idea, o la narrativa como la llaman ahora, de que la campaña de Federico Gutiérrez utiliza la violencia. “En ese sentido, en el reprochable episodio del Mall del Este llama la atención que durante todo el tiempo hay una periodista cercana a Corredor y a Quintero, grabando los hechos muy de cerca sin mostrar temor alguno por la pelea que se iba a producir.
Lo raro de ese episodio fue que marcó el distanciamiento entre Quintero y Corredor, que hasta ese momento habían sido grandes amigos y aliados. Y es que Quintero llamó a su examigo a la campaña, a que apoyara a Upegui para no estar dividido ante Gutiérrez, pero este le contestó que no se iba a unir a un bobo.
Pese a que incluso aplicaron métodos parecidos en la campaña, lo que incluyó ataques, videos montados y el apoyo de contratistas en eventos, y a que venían de casi gobernar juntos (pues se asegura que en la Secretaría de Educación no se mueve una hoja sin la aprobación de Corredor), el efecto Quintero metido en las elecciones alejó hasta a Corredor, lo que dividió mucho más a los “independientes”.
Todavía anoche Quintero publicaba videos diciendo que los han amenazado y que les han montado “cámaras hechizas” afuera de la sede de Upegui.
La ciudad llega fracturada a esta jornada electoral, pero según las encuestas, con ganas de un cambio total de rumbo, al parecer el paso de Quintero por La Alpujarra dejó más de un sinsabor.