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Así es la vida en el hogar que acoge a niñas y adolescentes con sus bebés en Medellín

El lugar, ubicado en el centro de la ciudad, alberga de forma exclusiva a madres menores de edad, la mayoría de 13 y 14 años, en estado de gestación o con sus hijos hasta los 5 años. Todas están con medidas de protección.

  • Las niñas que atienden en el hogar llegan con vulneraciones, como negligencia familiar, abandono, maltrato y violencias sexuales. FOTOS Cortesía
    Las niñas que atienden en el hogar llegan con vulneraciones, como negligencia familiar, abandono, maltrato y violencias sexuales. FOTOS Cortesía
  • Así es la vida en el hogar que acoge a niñas y adolescentes con sus bebés en Medellín
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hace 7 horas
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Muñecos de peluche reposan sobre las cunas vacías. Osos, conejos, elefantes, leones, unicornios coloridos, ratones y patos famosos. Cada cuna está al lado de una cama impoluta, perfectamente tendida. Seis camas y seis cunas idénticas en cada habitación. Están en el segundo piso de una casa grande, de amplios corredores y patios centrales. Es la Casa de La Divina Providencia, que ha perdurado 85 años en el mismo lugar, en el centro de Medellín, y que constituye un hogar de protección único en Antioquia ante el persistente problema del embarazo adolescente.

“Soy una joven madre con una bebé divina que debo cuidar y valorar”. “Eres una mujer valiente”. Las frases, escritas a mano en papelitos fosforescentes, están en puertas de los armarios de esas habitaciones, donde duermen 32 niñas y adolescentes, la mayoría de 13 y 14 años, con sus 32 pequeños hijos, casi todos de los 0 a los 2 años, así como 4 embarazadas. La Casa de La Divina Providencia es el único operador del Icbf en el departamento que atiende de forma exclusiva a madres menores de edad.

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Llegan cobijadas con medida de restablecimiento de derechos, ordenada por un defensor o comisario de Familia, debido a vulneraciones como maltrato, abandono, negligencia en los hogares, violencias sexuales, porque en casos de niñas menores de 14 años un embarazo es resultado de abuso sexual, así ellas lo refieran como algo consentido, al no reconocerse como víctimas.

En el primer piso de la casa las madres adolescentes tienen salones de clase, sala de sistemas, biblioteca, cancha. Están en pie desde las 5:00 de la mañana porque deben bañar a los bebés y darles el desayuno —todo con supervisión de enfermeras­— y dejarlos en el jardín infantil, que queda en el piso de arriba.

Niñas criando niños

La Escuela Empresarial dicta las clases a las prematuras mamás, muchas de ellas en extraedad escolar, y a sus hijos los cuidan profesionales en primera infancia. Las jornadas no son las comunes de un colegio. Es normal ver una estudiante dejar el salón y sentarse en el corredor con su bebé en brazos mientras le da palmaditas en la espalda y lo mece; o a otra que de cuanto en cuanto va al consultorio donde su niño enfermo; o a la que sube al jardín, donde está la sala de lactancia para amamantar o extraer la leche que guardan en su propio banco.

La base económica para sostener este lugar la aporta el Icbf, que autoriza abrir cada cupo. Ropa, pañales, teteros, juguetes, artículos de aseo personal, cinco raciones de comida al día con criterios estrictos de nutrición, salidas a citas médicas y controles prenatales, de desarrollo y crecimiento. Allí suplen todas las necesidades básicas de madre e hijo.

Así es la vida en el hogar que acoge a niñas y adolescentes con sus bebés en Medellín

Al mediodía las mamás almuerzan y luego alimentan a sus bebés, en un comedor colorido, con pequeñas mesas y sillitas de todos los tonos. Pero se trata más que dormir, comer y estudiar. A las 2:00 de la tarde llevan de nuevo a los hijos al jardín y ellas van a actividades de habilidades emocionales, formación en oficios, competencias prelaborales, que el hogar brinda en articulación con instituciones como la Universidad de Antioquia o la empresa GAP Acceleration, con las que tienen un proyecto de sistemas, ofimática e inicios de programación.

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Ven clases de barismo con el proyecto One Forest de la Fundación Juguemos en el Bosque y One Inversión Social; reciben charlas y acompañamiento psicosocial, cursos de arteterapia, clases de belleza y confecciones. Ahí, en el salón de textiles están colgados los vestidos de colores brillantes, seda y piedritas que seis de ellas usarán el 7 de septiembre en la fiesta de 15 que les hará la Fundación Juguemos en el Bosque con otras adolescentes de la ciudad.

Aunque la mayoría de recursos llega por el contrato con el Icbf, el hogar a veces se queda corto para todo lo que quiere lograr. Por eso, como en sus orígenes, se sigue alimentando de unas pocas donaciones, algunas fijas como la de la Fundación Otero Liévano, Granos de Arena o Feisa, y otras esporádicas de empresas o personas que dan algo de dinero o en especie. La obra de la Casa de La Divina Providencia la pueden apoyar instituciones que tengan talleres o espacios de formación para las niñas; donaciones económicas, de pañales etapas 3 y 4, pañitos y otros artículos de higiene de bebé; ropa en buen estado y mercados que les regalan a las familias en las visitan; o dotación para jardín infantil.

Así es la vida en el hogar que acoge a niñas y adolescentes con sus bebés en Medellín

Están convencidas de que nada les sobra, pero tampoco nunca les falta, dice la religiosa María Cecilia Vanegas Jiménez, actual directora de la casa. Allí, agrega, ven a las jóvenes madres como seres valientes: “Para mí es muy rescatable el coraje que tienen por dentro de poder salir adelante con sus hijos, en medio de muchas, muchas dificultades. Porque si la adolescencia es difícil, que a todos nos cuesta, cuando el sentido de la vida como que no se encuentra, que no tenemos definido nada, y encima nos llega un hijo. El meollo de esta casa es aportarles para que tengan un mejor futuro”.

La Casa de La Divina Providencia fue creada por la congregación religiosa Siervas de Cristo Sacerdote, en cabeza de la madre Margarita Fonseca Silvestre, y su historia se remonta a 1939, cuando ser soltera embarazada era convertirse en un lastre de vergüenza para las familias en una Medellín conservadora que, incluso, consideraba que eran mujeres “caídas en desgracia”. Las anécdotas de esa época hablan de jóvenes atendidas en la casa a las que sus familias, algunas de la alta sociedad, alejaban de los recién nacidos.

El lote donde levantaron la casa, donado y que ocupaba toda la manzana, hoy está diezmado en su extensión por crisis económicas que obligaron a vender parte en 1970. Aunque sigue siendo enorme, se perdieron privilegiados solares y huertas y zonas verdes con árboles frutales y hasta una capilla a la que entraba la gente del barrio. Todo queda nada más que en los recuerdos, pero han sobrevivido. En 1982, en medio de la crisis económica más fuerte, se volvieron operador del Icbf y desde entonces atienden solo a madres adolescentes y a sus bebés, con una capacidad de hasta 80 cupos en total.

Allí hay niñas de distintas zonas de Antioquia y hasta unas cuantas de Chocó, y pueden tener a sus hijos menores de 5 años. Lleguen embarazadas o con sus bebés, les garantizan controles prenatales, citas de crecimiento y desarrollo, toda la atención médica, que la mayoría recibe por afiliación a la EPS Savia Salud. Mariadelaida Gil, coordinadora del hogar, explica que antes de llegar, a las adolescentes las suelen acompañan en decisiones cruciales como la de la interrupción voluntaria del embarazo, tema a cargo de la autoridad administrativa: “Cuando una manifiesta el deseo de interrumpir el embarazo, nosotros hacemos un acompañamiento de sensibilización sin llegar a vulnerar. Pero cuando definitivamente nos deja clara la decisión, nosotros reportamos a la autoridad administrativa y ellos acompañan el proceso”.

Con las que se convierten en madres, la Casa de La Divina Providencia busca su desarrollo como seres humanos y mujeres, y el fortalecimento de la familia a la que en algún momento pueden regresar, cuando tienen una, porque algunas no reciben ni siquiera las visitas permitidas cada ocho días; a veces son niñas sin redes de apoyo y otras provienen de municipios alejados. El proceso incluye además salidas grupales con los bebés o solo de las mamás, niñas que se fascinan con un helado o con subirse a las escaleras eléctricas de un centro comercial. Salen para garantizarles a las prematuras madres su propio derecho a la recreación, porque al fin y al cabo son niñas criando a otros niños.

Ese es un punto central de la Casa de La Divina Providencia: ayudarlas a tener vínculos fuertes y amorosos con sus hijos. No es fácil en la cotidianidad. Les deben enseñar a actuar ante pataletas o llantos incomprensibles de los bebés; es duro, ellas enfrentan también un proceso de reconocimiento, de identidad, la difícil adolescencia. Llegan con cambios fisiólogicos, sociales, temerosas de ejercer la maternidad, alejadas de su medio familiar y con un hijo por criar.

Así es la vida en el hogar que acoge a niñas y adolescentes con sus bebés en Medellín

El embarazo adolescente, aunque ha tenido reducción de casos, sigue siendo un problema en Antioquia. Según cifras del Dane, en 2024, se registraron en el departamento 7.215 nacimientos de madres de los 10 a los 19 años, entre las cuales 366 fueron niñas de 10 a 14 años. Es una situación sobre la que es urgente actuar con miras en la prevención, porque es un problema de salud pública. Un embarazo a temprana edad trunca a las madres las opciones de educación y autonomía económica, y aumenta la posibilidad de que persista la pobreza intergeneracional, pues sus hijos tendrán menos oportunidades de desarrollo también. Y por eso lugares como la Casa de La Divina Providencia cobran sentido.

Por eso, todo allá se trata de ayudarles a resignificar eventos adversos de su historia de vida, en medio de las heridas y traumas que tienen; darles un lugar cuando nadie se los ha dado, que sientan que son valiosas, importantes, que no merecían todo lo que vivieron y sufrieron, que tienen valor en el mundo, aunque ni ellas mismas lo sientan; que se sientan más que en un internado, casi en un hogar: un techo que las cobija, una mesa con almuerzo caliente, un lugar donde las escuchan y les brindan cariño.


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