A orillas del Lago de Chapala, en Jalisco, México, existe una comunidad curiosa y cada vez más numerosa donde miles de estadounidenses viven plácidamente, según reportó el medio estadounidense BBC. Ajijic es el nuevo hogar de ellos, alejados de Donald Trump.
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Ajijic —que en náhuatl significa “lugar donde brota el agua”— se ha convertido en una suerte de refugio espiritual, físico y económico para más de 10.000 ciudadanos norteamericanos.
“Vivo como un rey”, confiesa Keith Starling a BBC, retirado desde hace cuatro años. “Parece que hubo una intervención divina para traerme aquí”, añade, vestido con una guayabera, según registró el periodista del medio norteamericano.
Este pueblo, ubicado a solo 50 kilómetros de Guadalajara en México, acoge con naturalidad a los recién llegados. Caminan por el malecón, dan clases de inglés, hacen voluntariados, se inscriben a talleres de arte o participan en noches de trivia organizadas, en sus propias palabras, “para gringos”.
Un nuevo éxodo del norte al sur
Según la BBC, casi seis millones de estadounidenses viven fuera de su país, y un millón lo hacen en México. Muchos de ellos tienen raíces mexicanas, pero un porcentaje creciente son parte de una nueva ola migratoria que, en una especie de “migración a la inversa”, escapa de las tensiones sociales, políticas y económicas de Estados Unidos.
Ciudades como Tulum, Cancún, San Miguel de Allende o Baja California concentran decenas de miles de estos nuevos migrantes. Pero Ajijic se lleva una particular medalla: es el único lugar donde los estadounidenses y los mexicanos conviven en proporciones casi iguales.
“El 60% de mis clientes son estadounidenses”, afirma Noé López, agente inmobiliario en la zona, a BBC. “Vienen a comprar o arrendar, y todos viven como si fueran ricos: van a restaurantes, tienen servicio de limpieza...”. Muchos eran clase media o baja en su país de origen, pero en México disfrutan de un estatus mucho mejor.
“Sabemos que somos privilegiados”, reconoce al medio norteamericano Craig Purcell-Beard, originario de St. Louis. “En parte por eso es que hay tanta gente involucrada en voluntariado, no por culpa, sino por deseo de involucrarse”.
¿Y la gentrificación?
Mientras que en barrios de Ciudad de México como La Roma o La Condesa algunos grafitis de “fuera gringos” reflejan cierto malestar ante el encarecimiento que trae esta migración, en Ajijic la historia es distinta. Aquí, donde la presencia estadounidense se remonta a más de siete décadas, no hay señales visibles de rechazo.
“No me siento como un extraño, sino como un huésped bienvenido”, dice James Burns, un historiador de unos 50 años que se mudó hace cinco.
Trump, el punto de quiebre para esta población estadounidense aislada
Aunque hay muchas razones prácticas para emigrar —clima, precios, cercanía—, hay también una razón emocional más profunda: los valores. La llegada de Donald Trump a la presidencia marcó un antes y un después.
“La decisión no fue fácil, porque perdí un 85% de mis ingresos”, revela Burns para BBC. “Pero fue por razones de salud mental. Empecé a sentir que cada vez disfrutaba menos salir de casa, incluso para cosas simples como pasear al perro”.
K.J. Purcell-Beard, quien migró con su pareja y ahora tiene un canal de YouTube para desmentir mitos sobre México, explica a BBC: “En EE. UU. nos enseñan a trabajar duro y a que el esfuerzo lo es todo. Pero la cultura, el sistema, se volvió tóxico. Me expulsó”.
“Los mexicanos, por cultura, tienen una predisposición natural a no caer en el materialismo”, añade. “La familia es lo primero, pasan tiempo con sus vecinos... y no están obsesionados con tener el último iPhone”.
“Los mexicanos valoran lo que hay en el interior antes que lo que hay en el exterior de la gente”, dice K.J.
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“La gente en México vive su vida con maestría; ojalá los estadounidenses pudieran hacer lo mismo”, concluye Burns, quien asegura que Estados Unidos “está retrocediendo, mientras que México está progresando”.