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El postulado papal de Jorge Mario Bergoglio, y su agenda como pastor de la Iglesia Católica en el mundo, ha comenzado a padecer grandes cambios y todo por las enfermedades que en los últimos días lo han llevado a ejercer sus funciones desde una silla de ruedas.
El Papa Francisco está enfermo y no teme mostrar sus dolencias; de hecho, insiste en salir en público pese a que sus consejeros le recomiendan no hacerlo para evitar rumores que afectan su misión pastoral y generan dudas sobre el futuro de su pontificado, y además, para cuidar su salud que, según expertos, ha comenzado a deteriorarse visiblemente –y el mundo a notarlo–.
El sábado pasado, mientras intentaba bendecir a un grupo de peregrinos eslovacos, les dijo una frase que certificó el secreto que se escuchaba a voces entre las multitudes: “Esta pierna no va bien, no me permite andar”.
Pero esta no es la primera vez que Francisco da una bendición desde una silla de ruedas, y las dolencias lo han doblegado hasta el punto de suspender varias de sus audiencias. El Viernes Santo presidió la liturgia sentado, lo mismo hizo con la bendición ‘Urbi et Orbi’ el domingo de Resurrección; y en un viaje a Malta, hace un mes, el Sumo Pontífice bajó del avión en una plataforma móvil.
En una entrevista de este miércoles con el diario italiano Il Corriere della Sera, Francisco confirmó la dolencia que lo tiene postrado: “Tengo un ligamento roto, se me va a intervenir con infiltraciones y se verá. Estoy así desde hace tiempo, no puedo caminar”.
En riesgo su misión pastoral
El anuncio del Papa Francisco sobre su falta de movilidad ha generado preguntas en los feligreses que van desde la gravedad de sus dolencias, pasando por su labor pastoral y cuestionando sobre su continuidad en el papado.
Que Francisco no pueda caminar le marca una línea divisoria entre el antes de su postulado y un después tras nueve años de su elección como Papa. El antes está enmarcado en la imagen de ese Papa peregrino, que viajaba a las naciones a dar el “mensaje de Dios”, y el ahora se enmarca en que, por ejemplo, deberá cancelar las giras previstas para el resto de 2022, lo que para integrantes de la Iglesia genera dudas de su capacidad de continuar en la guianza de los católicos del mundo.
La agenda estaba repartida con visitas previstas al Líbano en julio, a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, en julio; a Canadá a finales del mismo mes, a Kazajstán en septiembre; y a Oceanía para finales de 2022.
No obstante, el presidente de la Confederación Arquidiocesana de Colegios Católicos, Conaced, Oswaldo Cano, considera que el Papa ha mostrado un espíritu de sacrificio “y lucidez y unas ganas tan grandes de servir a esta Iglesia que va a dar la batalla mientras el Señor le permita hacerlo para sacar adelante con la perspectiva de una Iglesia mejor”.
Cano explicó que aún con las enfermedades que aquejan al Sumo Pontífice (ver radiografía), no se puede pensar en un cónclave para reemplazarlo, porque esa situación se presenta cuando el Papa renuncia, y esta no será la ocasión de Francisco.
De otro lado, el columnista de la revista Religión Digital, Antonio Aradillas, aseveró en su columna que al Papa Francisco “ hay que cuidarlo. Y además hay que sugerirle, y facilitarle, que se cuide, bastante más que lo hace”.
Sigue en funciones
Pese a sus dolencias, el Papa Francisco continúa con sus labores de dirigir a la Iglesia Católica desde su residencia Casa Santa Marta, aunque ayer se reunión en la asamblea de la Unión Internacional de Superioras Generales, mostrando esa capacidad de sacrificio de la que habla Oswaldo Cano.
“Conozco que tienen muchas preocupaciones, que les quitan el sueño —la falta de vocaciones, la media de edad que se eleva, los abandonos de la vida consagrada, entre otros—, pero ojalá que la principal preocupación fuera cómo proceder para no abandonar el horizonte de la misión”, les dijo el Papa a las monjas que lo vieron llegar e irse en su silla de ruedas.