Una década de Kim Jong-un, el líder supremo que prohíbe reír

El jefe de Corea del Norte está por cumplir 38 años y mantendrá el poder mientras viva.

Kim Jong-un ostenta el poder absoluto en Corea del Norte. Al tratarse de un país joven, no hay una norma clara de cómo sería la sucesión en el poder si él deja el mando. FOTO gETTY Y EFE

Solo hasta este lunes los norcoreanos podrán volver a reír, llorar en voz alta o dar manifestaciones de afecto. Solo hasta este día, cuando se cuentan diez años y 11 diez días de la muerte de Kim Jong-il, quienes viven en el país del hermetismo pueden volver a ser felices o, al menos, aparentarlo.

Una determinación así solo podría resultar de Kim Jong-un, quien esta semana conmemora su primera década como líder supremo de Corea del Norte: el presidente, la cabeza del Partido de los Trabajadores, comandante de las fuerzas armadas y oficial de la bandera roja del socialismo.

Asumió el poder el 30 de diciembre de 2011, dos días después de enterrar a su padre Kim Jong-il, quien gobernó Corea del Norte desde julio de 1994 hasta perecer en diciembre de 2011. El cargo que ostenta es una herencia y un rol vitalicio que solo depende de un factor: la salud de quien lo ejerce.

De ese hombre de tes blanca, cabello oscuro, un metro con setenta de estatura y abdomen prominente, quien en 2017 amenazó con hundir Japón y convertir a Estados Unidos en cenizas con un misil nuclear, queda un rostro desmejorado, con tres líneas de expresión en la frente y los ojos y la comisura de los labios apuntando al piso.

Así se le vio hace poco, en la conmemoración de la década de la muerte de Kim Jong-il. Esas breves tomas que difundió la prensa oficial norcoreana hacen parte del sucinto álbum de imágenes que se conocen de él y su familia y alimentan los reparos sobre su estado de salud, después de que en abril de 2020 desapareciera de la luz pública.

La dinastía y la juche

El presidente eterno Kim Il-sung sentó las bases de Corea del Norte desde 1948 hasta su muerte en el 1994. El poder en Pyongyang es un asunto que se hereda por la sangre y por eso la mano dura se decantó en Kim Jong-un cuando tenía apenas 27 años.

Ejecutó a su tío Jang Song Thaek en 2013 y envenenó a su hermano medio Kim Jong-nam en 2017, asegurándose ser el único varón de la familia Kim con la posibilidad de dominar el país asiático que colinda con Corea del Sur, China, Japón y Rusia: una esquina asiática de potencias armadas.

El líder supremo no comenzó el programa nuclear de Corea del Norte, pero sí lo potenció: cuatro de los seis ensayos nucleares que ha hecho Corea del Norte se efectuaron durante su administración y amplió las capacidades del régimen de desarrollar armas nucleares con potencial destructivo.

Pyongyang tiene entre 30 y 50 ojivas nucleares para misiles balísticos de alcance medio, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). Esa cifra parece insignificante respecto a las 6.255 de Rusia o las 5.550 de Estados Unidos, pero están al margen de los tratados de armas. Mientras la tenencia de ese arsenal entre las potencias pareciera ser una suerte de regulación del mercado, el hermetismo del régimen es una incertidumbre constante sobre la finalidad de su sistema de defensa .

Kim Jong-un es el abanderado del programa nuclear y de mantener la filosofía juche, una doctrina que combina el marxismo con el nacionalismo y que se constituye como la base del sistema de Corea del Norte.

Este mes, en el marco de la reunión del Partido de los Trabajadores, propendió por el desarrollo integral del socialismo en una construcción socialista y comunista de Corea del Norte. Él quiere forjar un país independiente y autosifuciente en defensa, pero su régimen constituyó un territorio de hambre y pobreza, tanto, que en octubre tuvo que pedir a la población reducir las porciones de comida que consumen hasta 2025 por la escasez.

El diplomático y la vigilancia

Que los norcoreanos tengan que comer poco por los próximos cuatro años es una cuestión que responde a las carentes relaciones internacionales de Corea del Norte. Solo hasta 2025 se espera la reapertura de la frontera comercial entre Corea del Norte y China, un amigo al que lo une la bandera roja del comunismo.

Kim Jong-un ha tenido tres cumbres con su homólogo de Corea del Sur, una más de las que tuvo su padre en sus 17 años de gobierno. En 2018 protagonizó la primera reunión con un presidente de Estados Unidos desde la Guerra de Correa, sentándose en la misma mesa que Donald Trump, meses después de que ambos amenazaran con usar su arsenal nuclear.

Al republicano se suman el mandatario de China, Xi Jinping, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, en unas relaciones que no han estado exentas de hostilidades. No en vano, la zona limítrofe entre las dos coreas, donde está el Paraleo 38, es una de las fronteras más vigiladas del mundo.

Con diez años como líder supremo, su permanencia en ese cargo no tiene fecha de caducidad. “Hay pocas posibilidades de abrir el país porque su estructura depende de estar cerrado al mundo para mantener el poder. Abrirse sería demasiado riesgoso para Kim Jong-un, debe mantener su poder como cuasi monarca de una cuasi dinastía con pocos amigos y muchos enemigos más grandes que el. Está dispuesto a utilizar los métodos más brutales”, apunta Jochen Kleinschmidt, politólogo de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt.

Kim Jong-un encabeza un régimen de silencio, con el arsenal necesario para hundir una isla o destruir un país pequeño. Él, un gobernante impredecible y difícil de controlar, cumple sus primeros diez años de gobierno y puede mantenerse en la silla del poder de Pyongyang por tanto tiempo lo considere