Las muertes por terrorismo alcanzaron en 2019 su nivel mínimo desde 2014. En el mundo, 13.826 personas perdieron la vida por acciones terroristas, lo que representa una disminución de víctimas del 15% en relación con el año anterior.
Así lo indica el informe del Índice Global de Terrorismo, desarrollado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP). El estudio clasifica a 163 países (99,7 % de la población mundial).
El documento ofrece contrastes: aunque Nigeria y Afganistán presentaron las disminuciones más importantes en muertes, son los dos únicos países del mundo en contar más de 1.000 muertos por estas acciones. Otro ejemplo paradójico es del Estado Islámico (EI), cuya fuerza e influencia disminuyeron al punto que por primera vez desde su nacimiento, hace 21 años, sus acciones dejan menos de 1.000 muertes.
Sin embargo, a pesar de la menor actividad de esta organización en Medio Oriente y África del Norte, sus grupos vinculados se mantienen activos en todo el mundo, y 27 países registraron al menos un ataque del Estado Islámico o sus socios.
En Suramérica, el terrorismo cayó en un 22%. En la región, Colombia es el país más afectado; las muertes por terrorismo aumentaron de 96 en 2018 a 112 en 2019, en un 96% autoría del Eln y disidencias de las Farc.
Auge de la extrema derecha
Otro aspecto que preocupa es el aumento en un 250% desde 2014, de ataques de la extrema derecha en Norteamérica, Oceanía y Europa Occidental. En 2019, 89 muertes se atribuyeron a terroristas de extrema derecha.
“En esta nueva década, vemos nuevas amenazas de surgimiento del terrorismo. La aparición de la extrema derecha en Occidente y el deterioro de la situación en la región del Sahel, son excelentes ejemplos. Además, tal como se observa en los ataques recientes en Francia y Austria, aún están activos grupos pequeños que simpatizan con la filosofía del EI. Para acabar estas influencias, se requieren tres iniciativas: eliminar su cobertura mediática y en línea, atacar su financiamiento y así reducir el número de simpatizantes”, explicó Steve Killelea, presidente ejecutivo de IEP.
El profesor de la Javeriana Louis Francisco Monroy, politólogo y experto en temas de conflicto, seguridad y desarrollo, considera que el surgimiento de nuevos fenómenos de violencia son “un llamado tanto a la academia como al mundo práctico para entender el terrorismo desde un campo de trabajo más amplio, y eso implica pensar la lucha contra el terrorismo desde espacios diferentes a las tradicionales medidas policivas, militares y de inteligencia, y abordarlo desde prácticas de desarrollo y construcción de paz que ofrecen espacios de contención a legados de violencia antigua”.
El analista cree que el enfoque sobre necesidades de salud y económicas permite una ventana de oportunidad para pensar la lucha contra este flagelo desde políticas de desarrollo, bien sea “mediante cooperación internacional o política interna de los países”, pues –expone– que si los gobiernos, sobre todo de Occidente, siguen priorizando lo militar, el mundo podría enfrentar nuevas mutaciones de violencia y aún más críticas.
De hecho, Thomas Morgan, investigador sénior en IEP, explicó que “entre 2011 y 2019, los disturbios y manifestaciones violentas en Occidente se incrementaron en un 277 %”. Detrás de estas cifras, “existe gran preocupación de que el deterioro en las condiciones económicas llevará a más personas a sentirse marginadas y a ser susceptibles a la propaganda extremista”.