En un año fundamental para su gobierno teniendo en cuenta que se disputan para noviembre las elecciones legislativas, el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, cuenta con una ventaja que se suma al apoyo incondicional de sus bases: la Corte Suprema, máxima instancia de la justicia del país norteamericano, ahondará en su línea conservadora tras la salida del juez Anthony Kennedy.
Trump postuló ayer a Brett Kavanaugh, juez del circuito de apelaciones de Washington desde 2006, de tendencia de derecha. Con esto no sorprende a nadie en el país, puesto que medios y legisladores liberales ya se preparaban a las implicaciones de una coyuntura que seguirá beneficiando a la contraparte durante décadas —dada la relativa juventud del nominado— en una amplia gama de temáticas que hoy causan polémica pero que estarían sentenciadas.
El acceso a las armas; la prohibición del aborto y del consumo de marihuana según el estado; la restricción a inmigrantes hispanos o musulmanes; el freno al Obamacare; un sistema electoral favorable; el aval a los aranceles comerciales; la eliminación de un sistema educativo centrado en las minorías; entre otros temas, tendrán más fácil resolución para el actual gobierno.
E incluso decididamente a favor, teniendo en cuenta no solo que la correlación de fuerzas favorece a los conservadores por 5 a 4, sino que con la llegada del nuevo jurista esa correlación se inclina de forma incondicional en esa vía, como explicó a este diario Emilio Viano, politólogo y docente de la Universidad Americana de Washington.
“Continúa así la mayoría conservadora, no obstante, se exacerbaría. Kennedy por ejemplo, a pesar de ser conservador, algunas veces votó en favor de causas liberales: permitió que avanzara el aval al matrimonio igualitario y al aborto. Es muy irónico que haya sido justo él quien haya salido, con lo que le dio a Trump la posibilidad de nombrar a un juez que puede destruir el legado que hizo posible. Parece como si su voto de péndulo fuera visto como inconveniente por los republicanos y por eso ocurrió el enroque”, explicó.
Germán Sahid, internacionalista y docente de la Universidad del Rosario, coincidió con Viano, aunque habló desde la perspectiva de la gobernabilidad: “si bien Estados Unidos es la democracia más fuerte del mundo y hay una clara separación entre los poderes del Estado, hay una característica distinta y es que el presidente tiene la potestad de nominar a los magistrados de la Corte Suprema. Esto permite dos cosas: que la justicia armonice la legislación a nivel estatal y federal, cuando entran en choque, y por otro, que el gobierno de turno incline los fallos hacia su lado ideológico y en base a sus diseños de política pública”.
Esto en suma es para el experto “una forma adicional de gobernabilidad”. Más allá de si el magnate tenía garantizado su control del Congreso con las mayorías republicanas, enfrentó desde su llegada al cargo numerosos obstáculos desde la justicia, en especial desde cortes primarias, que interpusieron fallos contra sus políticas más polémicas. Con esto, lo judicial dejará de ser en cierta forma un dolor de cabeza para Trump.