Eran las ocho de la mañana del 1 de mayo cuando, a más de 400 kilómetros sobre la Tierra, dos astronautas flotaban fuera de la Estación Espacial Internacional (EEI). Mientras tanto, desde el Centro Espacial Johnson, en Houston, una mujer observaba cada movimiento con precisión quirúrgica. Diana Trujillo, directora de vuelo de la NASA, tenía a su cargo la supervisión total de la caminata espacial número 93 de Estados Unidos.
Anne McClain y Nichole Ayers, las astronautas asignadas a la misión, se enfrentaban a tareas críticas: reubicar una antena de comunicaciones y asegurar una estructura para nuevos paneles solares. En tiempo real, Trujillo aprobaba cada maniobra. Si algo fallaba, sería su voz la que daría la orden que marcaría el rumbo. Nada podía quedar al azar.
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El éxito fue total. La caminata concluyó sin contratiempos y la estación ahora se prepara para recibir un aumento significativo de su capacidad energética: de 160 kilovatios a 215. Un salto que potenciará sus operaciones científicas y técnicas, gracias a los paneles cuya instalación inició bajo la dirección de Trujillo.
Desde Colombia, su historia resuena como ejemplo de perseverancia. A los 17 años, Diana emigró a Estados Unidos sin hablar inglés y costeó sus estudios limpiando casas. Estudió en colegio universitario y luego en la Universidad de Florida y la Universidad de Maryland. Contra todo pronóstico, se abrió paso en la NASA, primero como ingeniera y luego como figura clave en misiones a Marte, incluida su participación en los proyectos Curiosity y Perseverance.
Su trayectoria la ha llevado a ocupar cargos de alta responsabilidad como jefa táctica de misión del rover Perseverance y líder del grupo encargado de planificar y ejecutar secuencias críticas. También ha trabajado como jefa de operaciones de ingeniería del Curiosity, demostrando su capacidad técnica en múltiples frentes.