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Un mes y seis días pasaron antes de que Joe Biden autorizara el primer ataque en suelo extranjero de su administración. El objetivo, una serie de instalaciones militares en Siria que al parecer pertenecían a milicias apoyadas por Irán. Un movimiento que llega tras la oferta oficial de Biden de volver a sentar a EE.UU. en la mesa de negociación para retomar el acuerdo nuclear con el país islámico.
El ataque fue calificado por las autoridades estadounidenses como una “respuesta proporcionada”. Según aseguró John Kirby, portavoz del Pentágono a periodistas locales, los bombardeos “fueron autorizados (por Biden) en respuesta a los recientes ataques contra el personal de Estados Unidos y la coalición en Irak”. El pasado 15 de febrero un cohete impactó en un complejo militar del norte de Irak, en el que dormían soldados de la coalición liderada por Estados Unidos.
Un contratista civil murió y varios más quedaron heridos. Aunque no hubo una determinación oficial de la autoría, EE.UU. ha señalado como responsable en anteriores ataques similares a Kataib Hizbulá, una milicia iraquí financiada por Irán. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización que tiene una red de colaboradores en terreno, señaló que el reciente bombardeo estadounidense dejó un saldo de 22 milicianos muertos. “Se espera que el número aumente, ya que el ataque dejó a varios heridos, algunos de ellos de gravedad. Hay informes no confirmados de más víctimas”.
“Siria sigue siendo el desafío geopolítico más importante de la región”, señala Rafael Piñeros, analista internacional de la Universidad Externado. “El ataque puede ser un movimiento estratégico. Ambas partes (EE.UU. e Irán) se están mostrando los dientes, teniendo en cuenta los movimientos que en los últimos años han dado. Quieren sentirse fuertes para eventualmente negociar un acuerdo nuclear más ambicioso que el anterior”.
La promesa de un acuerdo
Uno de los cambios más notorios en la política internacional de Joe Biden fue la posibilidad que abrió, desde que era candidato, de volver al acuerdo nuclear con Irán, del que se salió su antecesor, Donald Trump, hace ya más de tres años. Este pacto fue suscrito entre Irán y el grupo 5+1 (EE.UU., Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania) para limitar el programa atómico del país islámico a cambio del alivio de las sanciones.
Tras el abandono estadounidense, en una medida ampliamente criticada por sus socios europeos, Irán dejó de cumplir el acuerdo. La tensión entre ambas naciones se elevó en 2020 debido al asesinato del general Qasem Soleimani en un ataque de Estados Unidos cerca al Aeropuerto Internacional de Bagdad. La situación actual se antoja en un nudo difícil de desenredar.
Ambas partes esperan señales o movimientos que no son fáciles de llegar. Biden ha dejado claro que solo negociará si Irán abandona sus “actividades desestabilizadoras” en Oriente Medio, como el apoyo a estas milicias en Irak, Siria o Yemen. Irán, a su vez, ha pedido el fin de las sanciones económicas, algo a lo que EE.UU. se ha negado rotundamente. ¿Quién dará el primer paso?
“A pesar de lo compleja que aparenta la situación, el acuerdo es más probable hoy que antes. Biden es presidente y en Irán sigue en el liderato Hasán Rohaní, un hombre moderado”, señala Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario. “Yo creo que ambas partes van a volver al acuerdo porque el peligro del fracaso es mayor”.
Irán tiene elecciones presidenciales el próximo 18 de junio. Rohani saldrá inevitablemente del poder, pues la constitución le prohibe un tercer mandato. A pesar de que hasta la fecha no han emergido candidatos fuertes, para Jaramillo será vital el alivio de las sanciones económicas para el triunfo de un candidato moderado, lo que sin duda le conviene al mundo. “Es una suerte de equilibrio. Hay que lograr un compromiso de Irán para limitar su programa nuclear, al tiempo que se le deja satisfecho y se calman los miedos de Israel”.
No se puede olvidar, además, que el objetivo principal en la zona es la contención del terrorismo. “Que no haya un resurgimiento del Estado Islámico, una amenaza que no ha desaparecido”, finaliza Jaramillo. Mientras esto sucede y los países encuentran el anhelado equilibrio, las muestras de fuerza se suceden a punta de ataques y amenazas. Al bombardeo en su territorio, Siria respondió con la promesa de “consecuencias”.
El ministerio sirio de Exteriores en un comunicado difundido por la agencia oficial siria, Sana, señaló la condena del país “en los términos más enérgicos” a lo que llamó una agresión estadounidense contra su soberanía “que va contra las leyes internacionales y la carta estatutaria de la ONU”. Agrega un llamado a EE.UU. a cambiar lo que denomina una “estrategia agresiva” contra el país. El gobierno ruso, aliado de Siria, también condenó el ataque. María Zajárova, portavoz de Exteriores, rechazó el “intento de convertir el territorio sirio en un teatro para ajustes geopolíticos”.
Llega tarde. Siria es el escenario hace 20 años de una guerra en la que las potencias se juegan su influencia. Este es un ataque más.