En Dolton, Illinons, un suburbio ubicado a una hora en carro de Chicago, creció Robert Francis Prevost. Hasta hace poco más de un día, sus vecinos no sabían mucho de él: se había ido del lugar hace más de cuarenta años, aunque quienes lo conocieron cuando niño sabían de su vocación.
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En la tarde del jueves, 8 de mayo, el vecindario quedó, primero en silencio, luego en júbilo y sorpresa: Prevost había sido elegido papa, su exvecino era ahora Leon XIV, líder de la Iglesia católica.
La casa donde solía vivir Prevost era igual a la de sus vecinos: pequeña, construida a base de ladrillos y adornada con marcos blancos en las ventanas. La de él era la 212.
A pocas casas de la que solía habitar Prevost, Holly Boblink, de 72 años, recogía las hojas que obstruían el paso por su jardín delantero. Las notificaciones de su celular pasaron de: hay un nuevo papa, a mensajes de sus conocidos diciendo: “Holly, el nuevo papa es Prevost, ¿lo recuerdas?”. Ella lo recordaba, era su exvecino, con quien jugó y compartió tantas tardes de su infancia.
Iban juntos al colegio, se vieron por primera vez cuando iniciaron segundo grado de primaria. También se veían cada domingo, sin falta, en la Iglesia de Santa María de la Asunción, donde Prevost servía en las misas.
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Holly Boblink le dijo a Billings Gazette, un periódico regional estadounidense, que se sintió feliz con la noticia: junto a ella creció una de las personas más importantes del mundo actual. Sabe que la casa de Prevost está en venta, recién remodelada, con escalones de hormigón nuevos, algunos pasamanos sin terminar y una puerta recién pintada de un rojo brillante que atraería a cualquiera por el contraste con el color caoba de los ladrillos.
“Él era agradable y toda la familia era agradable”, recordó Holly, quien también tiene la imagen de Louis Martin y John Josep, los hermanos de sangre de Leon XIV, y de Louis Marius Prevost, padre de la familia, y Mildred Martinez, la madre. “La familia era honesta. Tenían mucha integridad”, añadió la mujer.
Holly también recuerda que en su barrio, al ser profundamente católico y tradicionalista, los juegos de niños eran imitar la misa a la que asistían cada domingo. Dice que, a pesar de estar impresionada, no está sorprendida con la elección de Prevost.
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“No me sorprende”, dijo sobre la elección papal de Prevost. Y añadió sus deseos para el nuevo sumo pontífice: “Creo que va a ser genial. Es mi intuición. Lo bueno de Robbie es que es agustino, y por eso su comunidad es internacional. Están por todo el mundo. Y eso le da un toque especial, diría yo, internacional a la iglesia, como debe ser”.
Ahora el vecindario está lleno de medios de comunicación, y el silencio que lo caracterizaba ha sido eliminado por las preguntas, cámaras, micrófonos y automóviles pasando por allí. Jakub Jasnak, de 56, comerciante local visitó la casa de Prevost, alegando que verla sería “algo sorprendente”, y añadió: “Estoy realmente impresionado con lo que ha sucedido. Es un momento muy hermoso para nosotros (los católicos)”.
Pero aquella pequeña casa no solo atrajo a los medios y a quienes conocieron a Prevost. Jasmine Ramírez, de 23 años, le dijo a The Wall Street Journal: “Me parece una locura que el mundo sea tan pequeño y que alguien tan grande haya vivido frente a nosotros”, asegurando que por generaciones su familia ha vivido allí.
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Cmo Jasnak, Ramírez y Holly Boblink hay cientos de fieles visitando el antiguo hogar de Leon XIV: “Sentí una gran responsabilidad de orar por el Papa porque es de aquí. Por eso me subí al coche y vine hasta la casa. Es genial poder orar por él en su casa de la infancia el día de su elección”, dijo Dawn Ribnek, de 51 años.
Frente a la puerta de la casa, mirando a todos los visitantes, se encuentra el agente de bienes raíces. George Arroyo, vecino del lugar, ya sabía que la casa estaba en venta, recuerda que cuando preguntó costaba 200.000 dólares. “Creemos que ahora podría costar un poco más”, dice.
Y mientras se decide el futuro de la casa de infancia del nuevo papa, la iglesia católica local asegura estar “estallada en júbilo”.
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