A sus nueve años, mientras María Camila Maturana regresaba del colegio, observó a unas personas que practicaban atletismo. Sintió tanta emoción con lo que veía, que se concentró en insistirle a su madre para que la inscribiera en el deporte que acababa de conocer. Su mamá, por supuesto, respondió afirmativamente a su petición. Y así fueron sus primeros pasos en el atletismo, luego de sus clases iba a la pista para formarse como una deportista profesional, y ocho años después comenzó a recoger los frutos de su esfuerzo. En julio de 2024, María Camila ganó medalla de plata en 100 metros planos del Campeonato Suramericano de Atletismo Sub-20 con tan solo 17 años.
Las primeras carreras de Maturana fueron en Carepa. Las clases a las que se había inscrito formaban parte del componente deportivo del Inder, pero su entrenador, Geiner Alonso Mosquera, la invitó a formar parte del Club Banafrut, el club deportivo de la comercializadora bananera que lleva el mismo nombre. En este encontró un respaldo deportivo y, no solo para ella, sino para todos sus miembros, quienes se preparaban allí para participar en las competencias regionales, nacionales e internacionales. El Club se encarga de los viáticos, la alimentación, el hospedaje y todo lo relacionado con los gastos. De esta manera, se han formado la mayoría de los deportistas de Urabá.
“Me siento muy agradecida con todo el apoyo que me han dado. Gracias al Club Banafrut soy la deportista que soy en este momento. Me han brindado todo, no solo para mi carrera deportiva, sino para mi estudio. Mi meta es algún día llegar a los Olímpicos y dejar en alto a Urabá y a todas las personas que me han apoyado en este camino”, dice Maturana.
Semillas que se destacan
Al igual que ella, Héctor Barrios se formó en los clubes deportivos de las comercializadoras bananeras, exactamente en el Club de la Fundación de Banacol. Desde este escenario se ha preparado en la modalidad de 400 metros vallas, donde ha recogido varios triunfos. Barrios obtuvo medalla de oro en el Campeonato Nacional de Atletismo, es medallista de plata en los Juegos Suramericanos Sub-20 y ganó bronce en los Juegos Bolivarianos de la Juventud.
Desde sus 10 años, sus maestros vieron el potencial que tenía. Héctor se destacaba en las clases de Educación Física y en los intercolegiados. Ese espíritu deportivo fue creciendo y terminó por pulirse en el Club de esta Fundación. “Ellos me han ayudado con todo, realmente uno ni sabe cómo pagarles. Gracias a esta oportunidad pude representar a mi región en otras partes del país y el mundo. Y así demostrar que somos gente resiliente, luchadora y que cuando nos metemos algo en la cabeza lo logramos”, afirma Barrios.
Entre esos jóvenes talentosos que apoya Banacol desde su Fundación también está Luciana Zapata Villa, atleta de 100 metros vallas. Sus inicios fueron similares, a los 9 años comenzó su preparación debido al amor al deporte que le fue inculcado en su colegio y su familia. Luego llegó al Club y desde entonces ha llenado a San Juan de Urabá de triunfos. A sus 19 años, Zapata Villa es campeona nacional Sub-18 y Sub-20, campeona bolivariana y finalista en el Mundial Juvenil. Además, tiene récord nacional en la categoría Sub-20 y Sub-23 de su categoría.
“Para mí es un privilegio ser de Urabá. Creo que somos gente berraca, echada para adelante y tenemos un propósito de cumplir sueños. Además, es bonito ver el apoyo al deporte y que fundaciones como la de Banacol, den incentivos a los niños, eso ayuda muchísimo para que las generaciones se sigan motivando”, explica Luciana.
Un sector que le apuesta al desarrollo social
Esta cosecha de deportistas de Urabá es una apuesta del sector bananero. En la década de los 90 se crearon los Juegos Bananeros para los trabajadores y la comunidad en general. Esta fue la semilla del espíritu deportivo de la región, a través de 10 modalidades competitivas se vivía una fiesta del deporte que con el tiempo se convirtió en los clubes y la apuesta desde los colegios por incentivar el espíritu deportivo.
En la actualidad, el 40 % de los deportistas colombianos con medalla olímpica son de Urabá. Se destacan Caterine Ibargüen, Yuberjen Martínez, Francisco Mosquera y Nelson Palacio. Esto se debe al fenotipo de la región, es decir, a las características físicas de las personas, y, por supuesto, a la inversión que se ha hecho en escenarios deportivos en los que el sector bananero ha sido clave para su desarrollo.
Educación, un cambio para los trabajadores
Sandra Hernández llegó a Urabá en 1989. Tenía 16 años y un hijo recién nacido. El padre de su hijo era trabajador bananero y ella venía buscando un mejor futuro. En ese momento las familias bananeras todavía vivían en las fincas, pero debido a la muerte de su compañero sentimental en la Masacre de Chinitas en 1994, Sandra tuvo que abandonar la finca. La empresa en la que trabajaba el padre de su hijo le brindó los auxilios necesarios para sobrellevar el duelo, pero lamentablemente no le podía ofrecer un hogar.
Sandra se fue a vivir a Apartadó y comenzó a buscar un trabajo. Las ofertas eran precarias, además debía separar su tiempo entre el empleo y el estudio, puesto que en las noches cursaba noveno de secundaria. Entre empleos de tiempos cortos y los cuadernos pasaron dos años, hasta que el 8 de marzo de 1996, el día de su cumpleaños, Tropical le ofreció un puesto en oficios generales.
Sandra hacía aseo en las oficinas, repartía el tinto y realizaba tareas de mensajería, pero lo más importante es que le dieron el espacio para que terminara su bachillerato. Además, se fue involucrando en otras labores administrativas, hizo una Técnica en Manejo de Oficina y comenzó a ascender en la empresa.
“Yo estaba feliz, ya era secretaria, tenía un trabajo estable y podía darle a mi hijo una vida mejor. Sin embargo, por decisiones familiares me fui seis años para Montería, pero mi corazón seguía en Urabá. Así que regresé en 2009, toqué de nuevo las puertas en Tropical y me recibieron con los brazos abiertos como asistente en el área de Salud Ocupacional”, cuenta Sandra.
Los procesos habían cambiado. La preparación de los colaboradores debía ser mayor y una muestra de ello eran las oportunidades educativas que estaba ofreciendo el sector a sus trabajadores. Augura, el Sena y las comercializadoras como Tropical brindaron becas a sus empleados para profesionalizar su labor. Sandra inició su carrera tecnológica en Salud Ocupacional. Feliz y enérgica como siempre, se graduó en 2012, pero ella sabía que no podía detenerse ahí.
Sus ganas de seguir adelante eran más, por lo que en 2017 comenzó su carrera profesional. En 2020 se graduó como Profesional de Gestión de la Seguridad y la Salud Laboral en el Politécnico Grancolombiano y, poco después, asumió el cargo de Coordinadora del área de Seguridad en el Trabajo.
“Estoy eternamente agradecida. Cuando llegué a la empresa no tenía ni el bachillerato, y ahora soy una profesional con mucha experiencia. Hubo momentos de miedo por saber si iba ser capaz o no, pero siempre encontré un apoyo en tiempo y auxilios económicos”, dice.
Como Sandra, decenas de trabajadores y sus hijos pueden acceder a becas para culminar sus estudios. Por medio de las fundaciones del sector, o la prima Fairtrade, un auxilio que reciben los trabajadores del sector bananero para educación, salud, cultura y otros temas, con la que pueden acceder a universidades públicas o privadas para empezar la carrera que deseen.
Estos esfuerzos como gremio también se ven reflejados en la infraestructura educativa, a través de colegios e incluso instituciones de educación superior para que Urabá se consolide como un eje de oportunidades. Recientemente, Sintrainagro, el sindicato de los trabajadores bananeros, inició una formación educativa para que los jóvenes de la región sean quienes como profesionales ocupen las vacantes que traerá el comienzo de operaciones de Puerto Antioquia y de esta manera el futuro sea próspero para todos.
Salud y cultura, servicios para la comunidad
Ahora, el programa de nutrición es uno de los más destacados de la región. Este proyecto funciona gracias a una alianza entre la fundación de Banacol, y Comfama. Desde 2008, las madres gestantes y los niños y niñas menores de 6 años, acceden a una valoración permanente que les permite tener citas y charlas con profesionales para conocer su estado de salud.
De esta manera, trabajan para que la malnutrición infantil disminuya en las familias bananeras y en la región. El programa se enfoca en la educación nutricional en los cuatro municipios del eje bananero y prepara a los beneficiarios para que tengan una información correcta sobre tratamiento nutricional y enfermedades prevalentes en la infancia. Cerca de 422 personas son atendidas anualmente, y el proceso continúa hasta que el menor es un adolescente.
Juanita Mosquera vive en Apartadó y tiene tres hijos de 2, 8 y 11 años. Los tres han estado en el programa y gracias a este han podido tener un estado nutricional bueno para crecer de manera sana. “A nosotros nos han ayudado mucho porque nos han enseñado la preparación correcta de alimentos, consejos de crianza y de bienestar para los niños. Yo he estado por más de 9 años en el programa y el apoyo ha sido fundamental para que mis hijos crezcan muy saludables”, apunta.
Otra de las apuestas del sector bananero ha sido la cultura. Durante más de seis décadas, el apoyo a sectores artísticos se ha destacado en la agenda pública de la región. Entre ellos está el Encuentro Regional de Danza, en donde participan grupos artísticos de 11 municipios y se celebran nuevas formas de expresión por medio del arte.
La Fundación Uniban ha sido una de las encargadas de liderar este proceso. El apoyo a semilleros, agrupaciones y talleres culturales ha sido la manera de aportar al fortalecimiento de esta área en el Urabá. Además, en el marco de este evento se da espacio a la música y a otras expresiones como las artes plásticas.
“Desde la corresponsabilidad social, el sector bananero ha apoyado este tipo de espacios. Se ha logrado una apuesta importante por reconocer el arte como un proyecto de vida, por lo que contar con apoyos es vital para afianzar proyectos más académicos e inspiradores. En la actualidad, también se contribuye a la red de danza y así, entre todos, consolidamos la cultura y el arte de Urabá”, dice Ana Rosa Castro, gestora cultural.
Así, el sector bananero se ha encargado de transformar una región: el deporte, la educación y la cultura han sido reconocidos en el mundo entero. Cada vez que un deportista recibe una medalla, un joven de la región se gradúa o se crea un proyecto artístico, se plasma el esfuerzo conjunto que han creado trabajadores y empresas bananeras. El Urabá es un ejemplo de resiliencia gracias a la sinergia de las comunidades, trabajadores y el sector bananero.
* Contenido en colaboración con la Asociación de Bananeros de Colombia.