Cuando María Mendoza fue a la empresa a solicitar trabajo, varios de sus vecinos le dijeron que no perdiera su tiempo, que en el sector bananero no contrataban mujeres. Era 1993, hacía diez años que ella había llegado a Urabá. Se había casado y había tenido seis hijos, pero luego de separarse de su esposo tuvo que buscar un sustento para darles de comer. Ella tenía 32 años cuando llegó a la Finca La Revancha, donde empezó su camino en el sector, la cual exporta su fruta a través de Tropical en las actividades de abono y repique. “Yo necesitaba una oportunidad para trabajar y poder llevarles comida a mis hijos y allí me la dieron”, rememora María.
Sus ganas de salir adelante no pasaron desapercibidas, y su empuje pronto la hizo destacar. Semanas después, una de sus jefes observó cómo María se alzaba un bulto de abono con tal destreza que quedó admirada, desmitificando así que ciertas labores solo podían ser realizadas por hombres. Por estas y más acciones se le fueron abriendo las puertas y comenzó a trabajar directamente en la finca en la que fue aprendiendo diferentes actividades de la cadena productiva. Fue empacadora, selladora del producto, aprendió a clasificar el banano y, finalmente, pesadora del fruto.
A la par de su crecimiento laboral, sus hijos también iban creciendo y ella no solo pudo darles de comer, también contó con los recursos suficientes para brindarles una vivienda digna y una educación de calidad gracias a su salario. “Yo siempre agradezco a Dios, a Tropical y al sector porque me han dado todo. Hice a mis hijos profesionales, mejoré mi vivienda porque antes era un ranchito donde se entraba toda el agua. A mí me cambió la vida, y no solo a mí, sino a todo el Urabá”, destaca Mendoza.
Oportunidades para todos
El sector bananero en el Urabá es el principal dinamizador económico. Cerca del 85 % de la economía se mueve a través de este. Además, 200.000 familias dependen de esta actividad. Esa importancia ha permitido que empresarios y trabajadores creen una sinergia virtuosa que impulsa la región con la presencia de empresas con capacidad de inversión y de aportar a la mejora de la calidad de vida de sus habitantes y comunidades.
En este sentido, los trabajadores bananeros tienen la remuneración más alta del sector agrícola del país. Cerca de dos salarios mínimos, más diez prestaciones extralegales y un contrato formal para todos sus colaboradores. Estas cifras se han logrado gracias a una concertación laboral entre el sindicato y las empresas. Así, los trabajadores del sector bananero tienen un empleo digno y más garantías para acceder a derechos fundamentales como la pensión.
De hecho, María Mendoza está pensionada desde hace dos años. Entre lágrimas les anunció a sus jefes que se retiraba, pero no porque estuviera cansada, sino porque como ella misma lo dice: “Yo quería que otra mujer ocupara mi lugar y tuviera la misma oportunidad que tuve de cumplir mis sueños. Que saque sus hijos adelante y tenga su casa propia, así como yo pude hacerlo gracias al sector”.
Una herencia bananera
El estudio, la casa y un lotecito son las tres palabras que Estefanía Úsuga menciona cuando habla de lo que su padre logró alcanzar gracias a su trabajo en una empresa bananera. Desde pequeña, ella recuerda que se iba para la esquina de su casa a esperar que su papá llegará de su trabajo. Lo saludaba, le preguntaba cómo le había ido y él comenzaba a explicarle de manera casi mágica lo que hacía en las fincas. Sus historias fueron los primeros acercamientos que ella tuvo con el sector.
Años después, cuando ya era una madre soltera, esas mismas historias se vinieron a su cabeza, impulsándola a buscar opciones laborales en una empresa bananera. Había trabajado en panaderías, heladerías y negocios similares para poder cuidar a su hijo, con la connotación de que eran labores con poca estabilidad y remuneración. Por eso, no lo dudó cuando se le presentó la oportunidad de trabajar en Banacol.
“Yo conocía las ventajas que tenía trabajar en el sector. Un día, Banacol lanzó una convocatoria para mujeres sin experiencia, solo teníamos que estar dispuestas a aprender. Yo metí mi hoja de vida y ahora tengo un trabajo estable”, explica Úsuga.
En sus cinco años en la empresa, ha pasado por diferentes oficios, como clasificación y sellado. Además, ha ido comprando muebles y electrodomésticos para su hogar, su hijo recibe educación de calidad y juntos disfrutan de una vida con muchas bondades. “La principal ventaja es que mi trabajo me permite estar con mi hijo los fines de semana. Ya tiene diez años y pasar tiempo con él es esencial para mí. Más adelante, también quisiera que él aproveche las oportunidades para que pueda ser un abogado o elegir la carrera que quiera. También quiero poder comprar mi casa y mi lotecito como hizo mi papá”, dice Estefanía.
Al igual que Estefanía, Luis Carlos Cavadia también llegó a una empresa bananera por un familiar. En 1990, su hermano lo llevó a una finca para que pudiera trabajar y tuviera dinero para pagarse sus estudios. Luis Carlos trabajaba de día y estudiaba de noche. Terminó su bachillerato y continuó con una tecnología en Administración. Al finalizar, una finca bananera que exporta la fruta a través de Tropical le dio la oportunidad de poner en práctica lo aprendido. “Llevo con la compañía 32 años. El beneficio ha sido muy grande porque logré sustentar a mi familia gracias a la empresa. Mi mamá tiene 94 años y depende de mí, también tengo tres hijos que han podido salir adelante. Entonces es muy satisfactorio porque en la empresa son muy solidarios y buscan que uno siempre esté creciendo”, afirma Luis Carlos.
Cavadia es el vivo ejemplo de inclusión y crecimiento laboral y profesional; 32 años de dedicación que le han permitido crecer. Hoy es profesional y ocupa un cargo directivo. Además, el apoyo del sector bananero también ha sido fundamental en temas de paz. En 1992, el hermano de Luis Carlos fue víctima de desaparición forzada. Un momento muy difícil, pero en el que la empresa en la que ha trabajado toda su vida le tendió la mano vinculándolo para que así pudiera continuar con el legado de su hermano. Una muestra de cómo el sector ha contribuido de manera significativa en la construcción de un territorio pacífico.
Durante los diálogos de paz con el grupo guerrillero EPL en la década del 90, el sector creó más de 3.000 puestos de trabajo para que los excombatientes se unieran a las fincas bananeras y pudieran retornar a la vida civil. Asimismo, abrió espacios de capacitación para ex miembros de grupos paramilitares y buscó espacios de diálogo para proponer alternativas a los excombatientes de las FARC durante el proceso de paz. Esto como ejemplo para crear modelos de reconciliación y paz en la región que sirven como referente para el país.
Mujeres que mueven el sector
María Victoria Vallejo creció en una finca bananera en la década de los 80. Su infancia transcurrió entre el verdor de las hojas de la planta y, guardaba tan buenos recuerdos de esa época que, cuando tuvo que decidir qué estudiar se inclinó por una Técnica en Administración de Banano. Así sus prácticas académicas la llevaron de nuevo al lugar donde había sido feliz.
Se enamoró de nuevo del oficio, de la historia y de todo lo relacionado con el banano y, al finalizar sus prácticas, le ofrecieron entrar a Banafrut como secretaria almacenista para que continuara su aprendizaje. Poco a poco, la fueron moviendo de actividades para que se familiarizara con toda la cadena de valor y, ella con su deseo de conocer, siempre respondía: “Yo de eso no sé, pero deme 15 días y aprendo”. Y así fue como su empeño la fue formando en diversas tareas.
“Al principio fue durito, porque cuando empiezas a trabajar con muchos hombres y hay un ambiente donde se cree que las mujeres no son para trabajar, sino para estar en la casa, es duro. Pero siempre salí adelante. A mí me fue superbién en todo, por lo que me propusieron ser coordinadora de una empacadora en una finca muy grande, y de una dije que sí. He pasado por cuatro o cinco fincas y en todas he demostrado que puedo”, dice María Victoria Vallejo.
En la actualidad, Vallejo lleva 15 años en el sector, y este no ha sido solo un lugar para empoderarse como mujer, sino que también el que le ha dado la posibilidad de tener su casa propia y disfrutar de los beneficios educativos y de salud para su familia. “Las empresas bananeras siempre están buscando darnos beneficios y una mejor vida a todos”, apunta.
Gabriela Trujillo, por su parte, estuvo desde su niñez inmersa en las fincas bananeras. Esa posibilidad de paisajes y amaneceres deslumbrantes llegó gracias al colegio Uniban, el único bilingüe del Urabá y que brinda becas a estudiantes de bajos recursos. En él, tuvo la oportunidad de conocer de cerca el proceso de producción y exportación del banano, pero no fue sino hasta que estuvo en la universidad que fue consciente de las dimensiones de lo que significaba este fruto para el país.
“Estudié Negocios Internacionales y mis trabajos de la carrera siempre estaban enfocados en el sector. En el 2020, me gradué, volví al Urabá y comencé a involucrarme más. Cuando era pequeña creía que solo era cortar, empacar y mandar bananos al exterior, pero no, realmente la industria tiene un desarrollo enorme que, si los bananeros no hacen, nadie más habría hecho. Hay muchos aportes que hacen los gremios y fundaciones que cubren las tareas del Gobierno. El tema social y ambiental, por ejemplo, es muy importante para nosotros”, explica Gabriela Trujillo, directora general de Grupo AgroSiete, que comercializa con Uniban.
Además, Trujillo se ha encargado de liderar proyectos con enfoque de género para que más mujeres comiencen a ocupar cargos en el sector y sobresalgan como ella. Una de las cosas que le preocupó cuando inició sus labores eran las pocas mujeres que se encontraban en ciertos cargos. Así que por medio de programas y capacitaciones ha ido involucrándolas e incentivándolas para que lleguen a esos puestos y conozcan la importancia de estar en el sector bananero.
“Incluso cuando llegué muchos creían que yo no iba a ser capaz, pero les fui mostrando con datos y experiencia que sabía lo que estaba haciendo. Asimismo, queremos que esto pase con otras mujeres, que demostremos que estamos hechas para esos puestos. El sector agroindustrial también es para nosotras”, dice Trujillo.
De esta manera, las empresas bananeras se han encargado de fortalecer la región por medio del empleo, la paz y la inversión social. Más de 60 años de trabajo en armonía y en equipo de un gremio, agrupado alrededor de Augura, la Asociación de Bananeros de Colombia, para consolidar el sector como un agente de cambio y transformación del territorio que les permita a sus habitantes vivir en condiciones dignas y en paz.
. 85 % de la economía del Urabá se mueve a través del sector bananero.
. 200.000 familias dependen de la actividad bananera.