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VENTANAS

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30 de junio de 2012
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Décimotercer domingo ordinario
"Se acercó un jefe de la sinagoga que se llamaba Jairo, y al verlo, se echó a sus pies rogándole: Mi niña está en las últimas. Ven para que se cure y viva". San Marcos, cap. 5.

Existen infinitas ventanas para atisbar a Dios. Las hay altas y bajas, amplias y estrechas. Algunas, muy fuertes, taladran gruesos muros. Otras, livianas, casi podrían volar.

¿Habría seguido Jairo largo tiempo al Maestro? No lo sabemos. Probablemente se lo impidieran sus tareas de jefe de la sinagoga y el miedo de perder prestigio.

Pero su niña está en las últimas. Entonces la esperanza le abre de par en par una ventana: Jesús puede sanarla.

La mayoría de nosotros no vivimos una amistad continua con el Señor. Muchos factores nos lo impiden.

Pero El, siempre discreto, nos pone de pronto frente a alguna ventana, desde la cual podemos contemplarlo: la enfermedad de un hijo, un revés económico, la muerte de un amigo, un año perdido en los estudios, una caída que nos despierta la conciencia, la soledad en que nos dejan a veces los amigos.

Sin que olvidemos que Dios también se muestra, y con mayor claridad, por medio de los acontecimientos positivos: el amor del noviazgo, el éxito en los estudios, la salud de un ser querido, el ingreso a la universidad, la paz en el hogar, el trabajo obtenido después de larga espera, la prosperidad en los negocios, el aprecio de los demás.

De muchas formas Él se hace presente entre nosotros: son ventanas por las cuales se asoma su misericordia.

Porque Dios no está sujeto a un rígido plan de salivación. Ni las leyes humanas ni las costumbres de sus hijos limitan sus iniciativas, ni condicionan su creatividad todopoderosa. Un anciano se siente morir poco a poco. Su vida dura y cruel lo ha llevado a apartarse de toda creencia religiosa. Sin embargo, ya al borde de la muerte, manda llamar a un sacerdote conocido.

-¿Quieres recibir los Sacramentos? -le pregunta éste.

-No -responde el moribundo- sólo quiero morir al lado de un amigo.

Más allá de la sombra, dentro del área de lo incomprensible, en el terreno de lo que juzgamos absurdo, obra también el Señor. "La niña no está muerta, está dormida", dice Jesús al llegar a la casa de Jairo. Lo que para nosotros es muerte, para el Señor es apenas un sueño que Él derrota con solo su palabra.

(Publicada el 27 de junio de 1982)

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