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UN TINTO EN PAR DE LOS LEVANTES DE LA AURORA

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12 de julio de 2013
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Un lector amigo me solicitó el favor de facilitarle volver a leer un articulito mío que, cuenta él, publicó este periódico hace no sabe cuántos años en el habitual espacio de mi columna de los sábados y que, recordaba él, se titulaba "un tinto en par de los levantes de la aurora". Después de consultas infructuosas y de rebujar papeles, husmeando títulos y posibles referencias, encontré la columna de marras, en un recorte de periódico que no tenía fecha. El título original era "Renacer cada día".

Para ser francos, el escritico tampoco es una maravilla, pero no sé si por la nostalgia que es releerse a la vuelta de los años, o por rabia de haber perdido tanto tiempo en un asunto tonto, con la venia del editor de las páginas de opinión voy a reproducirlo ahora. Perdonen, pues, los lectores.

El padre Nicanor, mi tío, es un madrugador empedernido. Por eso, a veces, antes de empezar el día paso por su casa y me tomo con él un tintico.

- Feliz día, muchacho. Qué bueno que viniste a acompañarme a tomarnos el que, llamamos tú y yo, "un café en par de los levantes de la aurora", en homenaje a san Juan de la Cruz. Para mí se ha vuelto un verdadero placer madrugar y salir aquí al corredor a respirar los aromas del alba.

- Y dejarse envolver en esta luz pura del amanecer. Y allá, en el horizonte, el perfil de los montes, todavía tibios de la mano de Dios que los acarició en la noche. Vea, pues, hasta a mí se me pegó la poesía.

- Es la liturgia silenciosa del amanecer, hijo. Un silencio casi místico, como un templo vacío. Nunca Dios tan cercano, tan abrumadoramente íntimo. Después de todo, vivir es renacer cada día.

- El secreto de la perfección, me dijo usted un día citando a santa Teresa, es "ir comenzando cada día".

- Es cierto. Lo bello de la existencia es que renace a cada instante, como el ave Fénix, de las cenizas del pasado. Por eso son tan estremecedores la luz y los aromas del amanecer. Sobre el fuego quemado del ayer, que es irrecuperable, se levanta, con el alba, el presente, única realidad que tenemos entre manos y que, si se vive con entusiasmo, es la única manera de conjurar los fantasmas del vivir marchito y el espejismo de los sueños irrealizables.

- No se puede, tío, caminar arrastrando un costal de nostalgias y frustraciones. Sólo avanza quien anda ligero de equipaje.

- A mayor madurez, mayor desnudez. Recuérdalo. Hay que despojarse de pretensiones, de orgullos, de ambiciones. De amores imposibles, de odios, de rencores. Hay que tener una gran capacidad de olvido. Lo dicho: renacer cada día.

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