El año pasado solicité una cita de rutina en una reconocida clínica dental. Allí me extrañó la actitud de la odontóloga, que más parecía una vendedora, quien tras diagnosticarme rápidamente dos calzas, me expuso mil razones para adquirir la tarjeta de cliente permanente, con la cual obtendría muchísimos beneficios. Me enseñó la promoción del mes, un blanqueamiento dental, honestamente barato si obtenía la tarjeta sin costo alguno, además podía participar en la rifa de un Nintendo Wii. Totalmente persuadido, accedí a realizarme el procedimiento y aunque los dientes resultaron blancos, no me quedaron buenos recuerdos, fueron interminables minutos de sufrimiento, pues el láser lastimó todas mis encías.
Seis meses después volví con un dolor en una muela y me dijeron que debían intervenirme quirúrgicamente, este asunto tenía un valor de 480 mil pesos. Me programaron la cita para unos días después y cuando volví, antes de hacerme pasar al consultorio, me hicieron pagar, como si me les fuera a escapar. El endodoncista que me haría la intervención, al revisar una radiografía que me habían tomado, me dijo que yo no tenía nada en la muela, que poseía un problema de inflamación de encía y que a eso obedecía el dolor. Afortunadamente no se usó alicate, ni bisturí. Invisiblemente molesto, me dirigí a la caja para solicitar la devolución de mi dinero, pero ahí empeoró mi viacrucis.
Me dijeron que debía solicitar la devolución por escrito y que no era demorada, pero van más de cuatro meses y mi dinero por ningún lado. De tanto quejarme me han dicho que llame a Bogotá directamente para hacer el reclamo, llamada que deben hacer ellos. Les expresé que haría cobro jurídico y que interpondría una demanda, pero tienen el cinismo de responderme que estoy en todo mi derecho y que tengo razón. “Señor, eso es muy común, llame a Bogotá y exija con tono de bravo que le devuelvan la plata, porque cuando el cliente se pone así, de una le pagan”. En Bogotá me informaron que no tenían reportado el caso y que debo diligenciar nuevamente la solicitud de devolución. ¡Vuelve y juega, qué descaro!
Es probable que a usted le cause gracia mi historia, así es la de muchos otros, como para no creer. Como esta "acreditada clínica", hay otras, a las cuales el término clínica no les cabe. La palabra clínica según la Real Academia Española, es el ejercicio práctico de la medicina relacionado con la observación directa del paciente y con su tratamiento. Estas, son centros de comercio, sólo les importa facturar, no la evolución física de las personas, tienen todo un negocio de promoción y penetración de mercado, escondido detrás de una profesión tan respetable como la Odontología, con odontólogos supeditados a vender para comisionar, tristemente entrenados para tener la habilidad comercial de generar la necesidad de adquirir un producto o servicio; no piensan en comités de salud ocupacional, o pacientes, sino en clientes, comités de ventas, metas mensuales, promociones y descuentos, para vender entre otros, el mayor número de resinas, implantes, coronas, amalgamas y blanqueamientos, a costa de la salud y el dinero quienes necesitan o no, un verdadero servicio odontológico.
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