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SOBRE LA CIUDAD (4)

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16 de agosto de 2013
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Estación Zona C, donde comienzan los suburbios de la ciudad, como bien pasa en Berlín. En ese punto, que sobrepasa la zona A (el centro) y la zona B (los barrios residenciales y los obreros-industriales), la tarifa del tren urbano sufre un recargo. De acuerdo con el diccionario de la RAE, suburbio (del latín suburbium) es el barrio o núcleo de población situado en las afueras de una ciudad o en su periferia, especialmente el que constituye una zona pobre aneja a la ciudad.

Esta definición, muy a la española (España fue tierra de guerras y desplazamientos), va en contra de lo que en otros países es el suburbio: aquella zona que, considerada un cinturón verde amplio, evita la conurbación (que un municipio se mezcle con otro) y asegura que las afueras sean viables en términos de belleza y conservación de recursos geográficos y ecológicos.

Pero esto a América Latina no le toca y hay que tomar la definición del diccionario, que no solo define sino que acusa un hecho. Don Octavio Paz, el premio Nobel mexicano, decía que las ciudades latinoamericanas solo crecen en miseria.

Por los días en que dijo esto, las películas mostraban en esos suburbios a María Félix, a Jorge Negrete, a Cantinflas y, cantando en algún bar prostibulario, a don Agustín Lara.

Luego la televisión mostró al Chavo del 8, habitante cómico de una vecindad. Fueron versiones románticas del suburbio o burlas a la tragedia que no se quería ver.

Hoy en día, esos suburbios se llaman barrios deprimidos, villas miseria (en Argentina), favelas (en Brasil), zonas tuguriales o de chabolas, etc.

Abundan los nombres, pero no las soluciones a quienes viven ahí amontonados y en desorden, sin ninguna educación urbana y en estado permanente de problema creciente debido a la sobrepoblación y el desempleo. Lo que nosotros llamamos suburbios son zonas de llegada de personas expulsadas por el conflicto o por la pobreza de sus regiones de origen (como también pasa en Milán con los gitanos provenientes de Rumania y los Balcanes).

Y el problema es que llegan y, al estar en la periferia, se integran poco o nada a la ciudad y más cuando el Estado no hace presencia con educación (para la vida y el trabajo), salud, deportes, compensación urbana debida y programas de integración para que, a partir de su situación, se dignifiquen y logren ingresar a una clase media baja organizada. Pero como no se hace, aparece un para-Estado que no es urbano sino que reproduce formas primitivas de gobierno basadas en la coerción y el miedo. Y, entonces, la ciudad se acromegaliza y desarrolla todas las deficiencias urbanas.

Acotación: para Jorge Luis Borges, el suburbio era el lugar donde se reunía el malevaje. O donde uno se iba a que lo mataran o a matar (como pasa en Sur, con Juan Lehmann ).

Los suburbios latinoamericanos (que se parecen tanto a los de los folletines franceses e ingleses del siglo XIX), dan una mala idea.Lo peor de todo es que el Estado persiste en que así sea. Amén.

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