A sabiendas de que es un tema delicado por el tratamiento que se le ha dado y hasta por las mismas declaraciones que di en este periódico, me atrevo a escribir estas líneas sobre la crónica del periodista español Pablo de Llano , en El País de Madrid, sobre lo que pasa en Medellín con la violencia.
Sin ninguna duda son exageradas las cifras que presenta. Eso de 5.000 sicarios y la imagen que muestra de nuestra ciudad hace daño como para protestar con justa razón, como se ha hecho en buena hora por el alcalde y muchos de los ciudadanos de bien. Pero pienso, y ahí está mi temor de decirlo, que hay que leer todo el contenido para que nos haga reflexionar sobre muchas cosas ciertas que, está en todos nosotros, hacer que cambien.
La primera impresión que tuve al saber la noticia fue que un diario colombiano, con el mismo nombre, hizo la publicación. Vino a mi memoria lo que pasaba en 1988, cuando llamé a la alcaldía a un sinnúmero de periodistas extranjeros que estaban en la ciudad cubriendo "la guerra" que vivíamos. En el despacho les pregunté que ya que conocían Medellín, ¿creían que las noticias malas que publicaban sobre la ciudad eran la verdad? Uno de ellos me dijo: "alcalde, me da mucha pena, pero esa publicidad es culpa de ustedes. ¿Cómo que culpa de nosotros? Y él, con razón, me dijo: "Es que las noticias de Medellín que nosotros publicamos las sacamos de los medios colombianos". De allí, de nosotros mismos, nacía la mala imagen de Medellín.
En la crónica del periodista De Llano y en la grabación del periodista Federico Ríos , los miembros de las bandas hablan con toda claridad la verdad de sus vidas, y esto es lo que nos tiene que mover a pensar sobre la responsabilidad nuestra de lo que pasa en Medellín y en toda Colombia. Por ejemplo: uno dice que lo echaron del colegio, lo echaron de la casa, que no le han dado ninguna oportunidad para vivir y sostenerse, que su único refugio es el "combo" para ser persona. Otro: "Yo estuve en ese punto, sin trabajo, con la familia presionando, que llegaba a la casa y no me ponían ni un plato de arroz y me miraban mal si abría la nevera. Y llega un tipo y le pone delante a uno, dos o tres millones de pesos".
El padre Velásquez asegura que ahora es tan difícil prosperar como sicario que muchos le aseguran que lo dejarían si encuentran otro modo de sobrevivir. "Hay infinidad de jóvenes que quieren salirse de esto". Leyendo todo lo anterior, recuerdo lo que me pasó en el barrio Jorge Eliécer Gaitán: unos jóvenes de una banda me dijeron que querían salir de eso, pero tenían familia e hijos que sostener. Les dije que les daríamos trabajo, eso sí, con salario mínimo sacando basura de las quebradas, era con el programa Parce, de Mi Río, en mala hora acabado por Luis Pérez. Me dijeron que aceptaban. Uno me preguntó: "alcalde, y ¿cuándo será eso? Yo le contesté: en unos quince o veinte días, cuando se llenen y se firmen los contratos. Él me respondió: "¿Y, mientras tanto, qué hacemos? Piensen qué hace uno durante 15 o 20 días aguantando hambre junto con los hijos.
Ojalá todos leamos lo que escribió en El País el periodista Pablo de Llano y pensemos como empresarios, como administradores públicos, como generadores de empleo, como dirigentes o como simples ciudadanos qué podemos hacer por los que no tienen ninguna oportunidad. Y, después, todos podremos vivir mejor.
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