Nosotros acostumbrados a navegar por internet, estamos invitados a Navegar en la profundidad del espíritu, para reorientar con sentido nuestra vida tan convulsionada, hoy. Las lecturas de este domingo presentan un tema común para todo ser humano: La "vocación o llamado" a participar de la vida y obra de Jesús, el salvador, que actúa en nombre de Dios.
Isaías, llamado en una visión en el templo, manifiesta que todo es iniciativa de Dios, y no suya. Él experimenta su limitación y pecado ante la impecable presencia de Dios. Purificado por Gracia -fuego- divino, es enviado como mensajero y profeta a sus hermanos.
Al final de su carta a los corintios, hablando de la Resurrección de Jesús, Pablo dice que el Evangelio que anuncia es Gracia, la salvación que recibimos, es obra de Dios en Jesús resucitado. Pablo es llamado por gracia y no por sus méritos. Más aún, es llamado de último como si fuese un aborto. Así de su pequeñez o limitación, es llamado a ser apóstol del Evangelio de Salvación.
La escena de Lucas es una llamada de Jesús, a cambiar el sentido y razón de ser de nuestra vida, para llevarla a navegar mar adentro, en el espíritu de Dios. Con Pedro y sus amigos, nos convoca para dedicar la vida no desde la superficialidad de nuestras pequeñeces; sino para reorientar nuestra vida, la de todos, dejando nuestros cálculos mezquinos y estrechos; llevándola a plenitud, a profundidad en la sencillez y humildad de la entrega incondicional a los demás… Ser pescadores de hombres. Isaías, Pablo, Pedro…, todos nosotros, encontraremos el verdadero sentido de la vida en la capacidad de reconocer nuestra limitación y pecado; así nuestra pequeñez se constituye como la mejor prenda para recibir el llamado a Navegar mar adentro en la profundidad, del Misterio de Dios, en el Espíritu.
Para destacar del mensaje:
- Toda vocación que recibe un ser humano en la vida, le viene de Dios. Es obra del amor de Dios, para hacerla realidad, desde nuestra debilidad, en los demás.
- Esta maravillosa invitación: Vivir desde lo profundo (El Espíritu) nuestra vida y ser, es todo obra de Dios; pero es igualmente claro, que Él no realiza nada de lo que le corresponde, sin contar plenamente con nosotros, con nuestra pequeñez. Nuestra respuesta servirá cuando con HUMILDAD, reconociendo nuestro pecado, nos hagamos dóciles, disponibles al llamado de Dios. No son nuestros propósitos egoístas, los que nos reportan la fama y poder que ahora tenemos. Este Poder Inequitativo y poco Solidario, no nos alcanza para obtener una respuesta a la vida en la profundidad de Dios y del Espíritu. Cuando abandonemos esa mirada obsesiva a nuestra "aparente grandeza", solo entonces, llegaremos a la plenitud de nuestra entrega a los demás, a esta forma "divina" de servir a los otros y al mundo.
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