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Me llamo barro, aunque Miguel me llame

  • Óscar Tulio Lizcano | Óscar Tulio Lizcano
    Óscar Tulio Lizcano | Óscar Tulio Lizcano
08 de mayo de 2010
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La muerte y la tendencia social son los grandes temas de la poesía de Miguel Hernández, de quien este año se celebran los 100 de su natalicio.

Las universidades Eafit, de Antioquia y Nacional (seccional Medellín), han programado actividades para recordar al poeta hortelano, quien compartió sus angustias y mostró la más viva solidaridad con la clase trabajadora.

"Pueblo de mi misma leche", dijo en un verso bien expresivo, en el que se aludía a sí mismo, pues fue engendrado en un hogar humilde.

En el pecho materno mamó las desventuras de un pueblo oprimido. No en vano dejó esa huella en el poema " El niño yuntero ", uno de los que muestran su laica liturgia de trabajo: "carne de yugo, ha nacido / más humillado que bello / con el cuello perseguido / por el yugo para el cuello".

Hace meses tuve la oportunidad de visitar Orihuela, la tierra del poeta donde se halla su casa museo. Allí encontré los lugares a los que recurrió tantas veces en muchos de sus versos: el limonero, el pozo, la higuera, el patio. Aquel viaje fue a propósito del Premio Internacional Miguel Hernández, entregado al periodista colombiano Nelson Fredy Padilla, quien publicó una crónica en la que hacía alusión al poeta y a su relación con mi secuestro.

Me aprendí y repetí esas fabulosas letras en los largos trayectos por la selva. Era una manera de mantener mi mente ocupada y no agotarme. " Un rayo que no cesa ", es uno de aquellos poemas, que dice: "Sigue, pues, sigue, cuchillo volando. / volando, hiriendo. Algún día / se pondrá el tiempo amarillo / sobre mi fotografía" . Leí otros versos que reflejaban mi sufrimiento y llegaban a lo profundo de mi alma. ¡Ah!, cómo no voy a recordar a Hernández como algo mío, si sus versos me aliviaron cuando secuestraron a mi hijo Juan. Entonces leí "¿Quién salvará a este chiquillo / menor que un gramo de arena?".

Estos versos eran semillitas que se incubaban en mi mente y contrastaban con aquella realidad amarga.

Leopoldo de Luis, uno de los autores que más ha profundizado en el estudio de la obra del poeta, lo advierte: "Uno de los mayores valores de la poesía de Miguel Hernández reside en su sinceridad expresiva y en su gran capacidad para interiorizar los diversos asuntos que trató".

En Hernández podemos diferenciar un primer momento de claro acento religioso. Este es visible en la evolución entre el poema " Peritas en lunas " y " El rayo que no cesa ", en el cual baja el tono adorador.

Su primer hijo murió a los diez meses de vida, y frente a aquel niño inerte el poeta escribió la más conmovedora y penetrante elegía: "corazón que en el tamaño / de un día se abre y se cierra. / La flor nunca cumple un año, / y lo cumple bajo tierra".

Al nacimiento de otro hijo escribió "Las nanas de la cebolla": "Alondra de mi casa, / ríete mucho. / Es tu risa en los ojos / la luz del mundo. / Ríete tanto / que en el alma, al oírte, / bata el espacio".

No hay sensibilidad que pueda permanecer impermeable al enérgico valor de sus versos, pudiendo transmitir y sentir con sus poesías los hondos latidos de la vida.

Esas mismas pulsaciones que me transmitió durante mi cautiverio.

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