Hacer muuuu para imitar a una vaca es cosa sencilla, pero crotorar como una cigüeña ya es de maestros de la imitación.
Quizá por eso el hombre decidió nombrar las propias voces de los animales, para dejar de imitarlas, claro. Sin embargo, son también vocablos algo olvidados o que, incluso, cambian de región en región, porque allí donde el loro grita, para otro garre y hace que todos los nombres se encuentren en el diccionario de la Real Academia Española.
Eso sin contar que, de idioma a idioma, cambian las onomatopeyas de dichos sonidos, porque en español el perro ladra guau, en ingles warf y en italiano bau bau. O el gato que en la lengua de Cervantes hace miau, en inglés meow y en sueco mjan mjan.
Un ejemplo más: el gallo. En la mayoría de los países de habla hispana hace quiquiriquí, mientras que en Francia dice kokoriko y en Estados Unidos cock-a-doodle-doo.
De dónde vienen
Los nombres de dichas voces surgen, incluso, de la propia onomatopeya, del sonido que hace el animal en cuestión.
Un caso claro es el de la paloma, cuyo rru rru se definió como arrullar; o el muu de la vaca que se convierte en un sencillo mugir.
Otros son más complicados de dilucidar, como el parpar de los patos, o como crotorar, que viene del latín y es la voz que se le asignó al peculiar ruido que hace la cigüeña con su pico. También del latín viene la palabra gruir, que es lo que hace una grulla.
De todas maneras, muchas de estas palabras suelen caer en desuso, en especial por su desconocimiento. ¿O cuántos saben que las panteras himplan?.
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