“POLÍTICA: Gobierno, Legalidad, Instituciones, Razón de Estado, Constitución, Opinión Pública, Referéndum, Habilidad…”.
(F. C. Sainz De Robles. “Diccionario de sinónimos y antónimos”, Aguilar ediciones, Madrid, decimasexta reimpresión, 1971, página 857).
Para Colombia este 2010 es el año político y en virtud de ello, desde nuestro epígrafe, clásico por excelencia, recurrimos a uno de los más prestigiosos y académicos expertos en gramática española, como lo es Federico Carlos Sainz De Robles y, con él, queremos propiciar una reflexión acerca de la política, sus principios éticos y su fundamento moral.
Es apenas obvio que, en época electoral, se tensionen las fuerzas y las denuncias son pan diario, ya que pueden dar votos y todo lo que dé votos es válido, según viejo adagio en la cultura política tradicional que, a pesar de los nuevos tiempos, sigue haciendo la política de la misma manera y con el mismo estilo, utilizando, incluso, los argumentos del clientelismo en la compra y recompra de votos, básicamente en los sectores más pobres, que ven en la época electoral una posibilidad de acceder a algún recurso económico.
Es en verdad la pobreza el mejor caldo de cultivo para las operaciones clientelistas que han hecho de la política electoral su mejor botín, ya que con la compra de votos directos a las gentes más pobres, o a través de “sus líderes”, aseguran sus triunfos y aseguran que llegan al poder sin ningún compromiso, ya que, como compraron los votos y pagaron por adelantado, llegan a la corporación respectiva sin compromisos, a hacer sus negocios, sin reato o culpabilidad.
Es decir, por el clientelismo, la política se transforma en politiquería y la esencia de la política, su ética, se transforma en politiquería abierta y descarada. Hoy estamos, entonces, en un festín electoral que demanda del “electorado de opinión”, que es el único voto limpio, su mejor y mayor esfuerzo para evitar la perpetuación de estos vicios de la democracia o, por lo menos, mitigar sus nefastos efectos.
A estas alturas del paseo, es increíble que, en un régimen democrático y a 19 años de la Constitución de 1991 que instauró el voto programático, haya candidatas y candidatos sin ideas programáticas de qué van a hacer en el Congreso de la República o sin propuestas de desarrollo, de paz y democracia para sus departamentos y para la nación.
Es inverosímil que se sigan haciendo campañas al Senado o a la Cámara, a punta de sancochos, marranadas y alcohol, hiriendo la esencia de la política que es legalidad, legitimidad, transparencia, institucionalidad, programas. Es absurdo que en pleno siglo XXI se estén haciendo campañas electorales a punta de compra de votos y de ilusiones, realizadas por unas candidaturas que solamente piensan en la política para hacer negocios y para establecer nuevos cacicazgos, que reemplacen a los viejos gamonales, ya desgastados en el ejercicio del poder.
Es una vergüenza para la misma democracia que ella propicie, de alguna manera, la inmoralidad en las campañas, que avale diferentes procederes políticos electorales, que van en contravía de la ética y la moral públicas y que, ella misma -la democracia-, se convierta en un circo electoral, que es un poco lo que estamos viviendo por estas épocas, incluyendo el posicionamiento de unos nuevos delfines, que se creen más allá del bien y del mal y los mejores modelos de moral pública, cuando irónicamente es obvio que no lo pueden ser… por su misma condición…
El proceso político electoral en marcha en Colombia demanda la reivindicación de la política en su forma más ética y más legítima, ya que la democracia es, en sí misma, contradictoria, pues alimenta procesos paralelos de ética y de anti ética, de “igualdad formal”, pero de “desigualdad real” en presupuestos y capacidades económicas, que impone que haya candidatos triple AAA, candidatos AA, candidatos A y candidatos que a duras penas sobreviven en su vida diaria. No es sino mirar la calidad y la cantidad de publicidad callejera y en los medios, para entender las inequidades entre las campañas políticas en curso…
Debemos comprender que estas son las contradicciones propias del régimen democrático, como régimen político que ha sobrevivido por más de 2 siglos, desde su inicio en el siglo XIX, con la creación de la sociedad liberal, instaurada como remplazo del régimen monárquico de finales de siglo XVIII. La democracia es, en sí misma, contradictoria y formalista y las campañas electorales en marcha en Colombia expresan profusamente estas contradicciones del régimen democrático.
Y es apenas obvio entonces que, en la actual campaña electoral donde se trata de renovar o no el Congreso, algunos partidos o candidatos pretendan ser los buenos de la película, enlodando al resto según temores de éxitos electorales y perspectivas políticas, cuando es claro que las responsabilidades penales son individuales y en Colombia no puede existir “delito de sangre”, ya que de lo contrario, se desfiguraría la institucionalidad legal y los alcances del poder judicial, lo cual va en abierta contravía del orden democrático y del régimen de justicia penal.
Sociólogo. Profesor U. de A. y Colegiatura Colombiana.